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Domingo 20 de abril de 2025
Apoyemos a los mejores
Señor Director:
Tras cuatro años de un gobierno “experimental” —cuya falta de oficio, improvisaciones y descontrol ético y moral nos dejan como legado un país muy debilitado— la gran mayoría esperaba volver a la Política con mayúscula, la de partidos disciplinados con propuestas de gobernanza sólidas, dialogantes, más convocantes que identitarios.
Tristemente, nada de eso está pasando. Los presidenciables brotan como conejos del sombrero de un mago, y las coaliciones se encargan de tumbar en vez de apuntalar a sus mejores y más preparadas figuras abonando el terreno a los extremos de promesas fáciles, que veneran y justifican las dictaduras propias, a la vez que moralizan contra las ajenas.
La guinda de la torta no han sido tanto las palabras de Matthei como las airadas reacciones a favor y en contra. Qué desilusión es ver que, tras 50 años, en las nuevas generaciones que no vivieron ese período prevalece ese simplismo que determina que o eres cómplice de la derecha golpista o eres parte del acomodaticio relato zurdo. ¡Cuán lejos están de la generalidad de mi generación que —de lado y lado— ha tenido 50 años para reflexionar!
Aceptemos de una vez que no puede haber una verdad única porque cada uno de nosotros vivió verdades distintas que quedaron grabadas a fuego, y más bien preocupémonos de apoyar racional y desinteresadamente a los mejores y más experimentados de entre nosotros, aquellos que sean capaces de sacar adelante a nuestro país en un escenario geopolítico y de comercio internacional tan desafiante como el que se nos avecina. Solo se logrará si cada uno de nosotros antepone el bien del país por sobre los intereses propios.
Se lo debemos a nuestros hijos.
María Alicia Ruiz-Tagle Orrego
Tras cuatro años de un gobierno “experimental” —cuya falta de oficio, improvisaciones y descontrol ético y moral nos dejan como legado un país muy debilitado— la gran mayoría esperaba volver a la Política con mayúscula, la de partidos disciplinados con propuestas de gobernanza sólidas, dialogantes, más convocantes que identitarios.
Tristemente, nada de eso está pasando. Los presidenciables brotan como conejos del sombrero de un mago, y las coaliciones se encargan de tumbar en vez de apuntalar a sus mejores y más preparadas figuras abonando el terreno a los extremos de promesas fáciles, que veneran y justifican las dictaduras propias, a la vez que moralizan contra las ajenas.
La guinda de la torta no han sido tanto las palabras de Matthei como las airadas reacciones a favor y en contra. Qué desilusión es ver que, tras 50 años, en las nuevas generaciones que no vivieron ese período prevalece ese simplismo que determina que o eres cómplice de la derecha golpista o eres parte del acomodaticio relato zurdo. ¡Cuán lejos están de la generalidad de mi generación que —de lado y lado— ha tenido 50 años para reflexionar!
Aceptemos de una vez que no puede haber una verdad única porque cada uno de nosotros vivió verdades distintas que quedaron grabadas a fuego, y más bien preocupémonos de apoyar racional y desinteresadamente a los mejores y más experimentados de entre nosotros, aquellos que sean capaces de sacar adelante a nuestro país en un escenario geopolítico y de comercio internacional tan desafiante como el que se nos avecina. Solo se logrará si cada uno de nosotros antepone el bien del país por sobre los intereses propios.
Se lo debemos a nuestros hijos.
María Alicia Ruiz-Tagle Orrego