Trump, hiperbólico, anunció que su gobierno inicia una “era dorada, fantástica, maravillosa, hermosa, que hará ricos a los americanos y nuevamente engrandecerá a América”. Sucede exactamente lo contrario.
En menos de 100 días, Trump ha provocado tal caos que ha causado el desplome de los mercados, exponiendo a Estados Unidos a la inflación, pobreza y recesión; violentando el Estado de Derecho, ignorando decisiones de los tribunales de justicia; persiguiendo a sus opositores; abusando de sus atribuciones; traicionando a sus aliados, imponiendo su agenda aislacionista; amagando libertades políticas y económicas mediante el estatismo y el proteccionismo, quedando a merced de Rusia para lograr la seguridad mundial y la paz en Ucrania.
La auténtica era dorada de EE. UU. fueron los ochenta de Ronald Reagan, cuya agenda fue totalmente opuesta a la de Trump y con logros notables.
Reagan, en sus dos primeros años, en el umbral de la renovación del Congreso, adoptó un impopular ajuste económico que venció la inflación de dos dígitos heredada de Jimmy Carter. Abierto al comercio internacional, derribó y resistió barreras proteccionistas; entre ellas, acogió la defensa del gobierno de Chile, en orden a rechazar la imposición de aranceles para el cobre chileno.
Distante de la xenofobia y sectarismo de Trump, Ronald Reagan sostuvo que Estados Unidos era un melting pot, una amalgama de personas de distinto origen, etnias e ideario. Acorde a su convicción anticomunista y libertaria, consciente de los riesgos y avances soviéticos, no se amilanó ante iniciar una carrera armamentista, con la llamada guerra de las galaxias y el despliegue de proyectiles nucleares de mediano alcance en Europa. Leal con sus aliados, aplicó la Doctrina Reagan de utilizar los recursos armados, monetarios y valóricos de EE.UU. para combatir la influencia mundial del comunismo, su ideario, agenda y guerrilla, entonces activa en tres continentes. El colapso comunista, la disolución del Partido Comunista ruso, la caída del Muro de Berlín y la desintegración soviética que pretende revertir Putin con la anexión de Ucrania y países fronterizos, no fueron un accidente en la historia rusa, sino que constituyeron en gran parte el resultado del fracaso y agotamiento del comunismo que Reagan enfrentó con valentía y convicción, siguiendo el esperado desenlace de la política de contención diseñada por George Kennan en 1947.
La era de oro de Trump no es tal, salvo el mal gusto del dorado de sus hoteles y la presión desatada por el oro, ahora refugio de inversionistas ante el derrumbe de las bolsas mundiales y bonos del Tesoro, por sus caóticas políticas.