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Cartas
Viernes 18 de abril de 2025
Donald Trump y Xi Jinping
Las formas son muy importantes, tanto en política internacional como nacional. Es la manera en que se establecen relaciones entre países y se construye identidad en una nación. Las formas moldean gran parte de la dinámica del poder.
El Presidente Trump no respeta las formas. Es rudo, a veces despreciativo al referirse a personas y naciones. Pero también son peligrosas las buenas formas, si solo se usan para disimular un fondo muy distinto a la apariencia, y pasan a ser un engaño, una artimaña, cinismo. Es el caso de China, que usa la libertad de comercio para ingresar a los mercados, pero subsidia sus industrias y se salta normas mínimas de respeto humano.
Su gobernante, Xi Jinping, exige ser tratado como un igual ante países con Estado de Derecho, donde todos, incluidos los líderes, están sujetos a la ley. Eso no ocurre en China. Nadie sabe lo que sucede en su interior, donde se reprime el disenso, no existe la libertad de expresión ni hay un sistema judicial independiente. No se pueden mencionar allá su invasión del Tíbet, ni su masacre de Tiananmen, ni sus amenazas a Taiwán. Mientras los gobiernos en Occidente deben atender diversas demandas sociales y visiones de sus ciudadanos, el poder de Beijing tiene una triste “ventaja” que lo hace eficiente en su expansión: es conducido por el PC único desde 1949, sin opinión pública, y por un gobernante tan formal, tan impertérrito, tan claro como Xi en su plan de dominio mundial.
Por el contrario, EE.UU. tiene en su Presidente Trump a un gobernante tosco, que está afectando la democracia liberal de ese país. Pero también tiene una prensa libre que lo critica, una sociedad participativa que lo examina y lo reprocha. Ha logrado despertar a Europa para que asuma su propia defensa, y complicó la peligrosa alianza de Rusia con China: ni en plena Guerra Fría se habían tolerado los comunistas de Mao y los de Lenin. Ahora se estaban aliando Putin y Xi contra Occidente y eso es de la máxima gravedad geopolítica. Trump enredó esa alianza. Pero nada de eso justifica su imprudencia en materia arancelaria, ni su falta de respeto a sus propios aliados.
La gran diferencia es que lo que hace Trump se sabe, se expone y se critica. China disimula, con apelativos amables como “ruta de la seda”, pero perjudica hace décadas el comercio mundial y local, con dumping y precios subsidiados, mientras su poder crece como una mancha negra en el planeta.
Es preocupante que se observe casi solo la dimensión económica en las relaciones internacionales, cuando el nuevo orden que asoma es una pugna de poder entre las grandes potencias, que incluye la dimensión cultural y de influencia política. Salvo que a alguien le guste el sistema chino, en el futuro se trata de defender la cultura occidental, en que la persona está siempre por sobre un Estado todopoderoso, como el de Beijing.
Karin Ebensperger