Con seguridad usted leyó y escuchó una enorme cantidad de contenido sobre la tragedia del jueves por la noche en las inmediaciones del estadio Monumental, previo al partido entre Colo Colo y Fortaleza por la Copa Libertadores. El debate proseguirá, pero el fin de semana largo y la contingencia dejarán la muerte de los dos jóvenes en el archivo de los hechos más dolorosos de 2025. En la medida que avance la investigación del Ministerio Público conoceremos la verdad judicial.
Mientras esto sucede, dos familias transitarán por un luto eterno. No existirá conformidad por estas muertes absurdas, pero sobre todo evitables. Lo más probable es que buena parte de los ciudadanos posee una opinión sobre el fenómeno de la violencia en los estadios, que encuentra su punto de inflexión en 1989, cuando mataron a un hincha de Unión Española cerca del Monumental.
Al menos, desde el jueves, encontramos una respuesta inmediata de una autoridad del Estado. El ministro de Seguridad, Luis Cordero, anunció que las conductas violentas en los estadios serán tratadas como delitos cometidos por asociaciones ilícitas. Muchas veces se pidió, pero siempre quedó en nada.
En estos días se plantea el retorno de carabineros a las canchas. Nunca se fue la policía. Su lugar estuvo en un plano secundario, en especial en los accesos. No es claro que esa determinación modifique el cuadro actual, además de restar una enorme cantidad de efectivos al resguardo de la seguridad de la población.
Me inscribo entre los que piensan que, con los uniformados al borde del campo de juego, los delincuentes de las tribunas harán tiro al blanco con ellos. A diferencia de otros tiempos, el lumpen que se tomó las galerías (en especial detrás de los arcos) no le teme a nada. No respetan la autoridad y tampoco el uniforme. Antes los bandidos arrancaban; ahora se plantan como si pelearan en el óvalo de la penitenciaría de Santiago.
En el viejo estadio Sausalito, en el sector de la tribuna Andes, observamos sorprendidos cómo un grupo de barristas de Wanderers se enfrentó cara a cara con los antiguos funcionarios de Fuerzas Especiales. Vimos rodar al menos tres policías. Con mis entonces compañeros de la radio Agricultura, nos miramos y dijimos “esto es nuevo, no lo hemos visto”. No diría que fue el principio del desmadre, aunque sí un hito.
Hoy los “reventones” en las puertas son el tema central por resolver. Andrés Otero, exsubsecretario de Deportes y encargado del plan “Estadio Seguro”, con amplia experiencia en la materia, sostuvo en estas páginas que esta práctica se instaló cuando aumentó de manera progresiva la cantidad de sancionados con derecho de admisión, que no es lo mismo que la prohibición de ingreso.
Por eso los vándalos no tienen ninguna traba para llegar hasta la puerta y provocar la estampida. Si tuvieran prohibición, al ingresar a un radio de un kilómetro del estadio entrarían en desacato. En 2023, cuando Boca Juniors visitó a Colo Colo, el operativo policial resultó impecable. Tres anillos de seguridad impidieron acercarse a quienes no portaban su boleto. Mientras se apunta a las medidas de fondo, al menos estos antecedentes ayudarían a sobrellevar la mayor crisis de seguridad que recuerda el fútbol chileno.