Javier Cercas, Philippe Sands y Leila Guerriero, tres excelentes escritores, hacen noticia en Chile. Los dos últimos estuvieron recientemente aquí, y de Cercas recibimos su último libro: “El loco de Dios en el fin del mundo”. Sands acaba de publicar “Calle Londres 38”, y Leila Guerriero, además de recibir una distinción por su excelente “La llamada”, publicó luego un breve texto sobre los tres años que Truman Capote pasó en la Costa Brava para avanzar allí en la escritura de su célebre “A sangre fría”.
¿En qué coinciden esos autores, incluido Capote? Lo hacen en un género que alcanza cada vez mejores niveles de calidad y una clamorosa presencia editorial. A ese género se le suele llamar “híbrido”, aunque tengo dudas de que esa sea la palabra para referirse a tal tipo de obras.
“Híbrido”, se dice, porque en todos esos casos los autores parten de hechos o situaciones reales que investigan con notable acuciosidad y que luego escriben y publican algo que se parece a una novela. No ficción en el arranque y ficción, o algo parecido, en el resultado. En su libro sobre Capote, Guerriero explica muy bien ese punto, celebrando la prosa del escritor norteamericano.
Lo que hay en ese resultado es, ante todo, una calidad literaria fuera de lo común. En otras palabras, una muy buena prosa, incluso notable, de manera que, al menos para este columnista, el mayor placer de leer libros como esos se consigue, precisamente, gracias a una buenísima calidad narrativa. Hay también otras obras recientes que siguen la misma ruta; por ejemplo, las del colombiano Juan Gabriel Vásquez. Este último sostuvo un diálogo con Guerriero en la última versión porteña de Puerto de Ideas, en el que conversaron acerca de la importancia de la curiosidad para el tipo de libros de los que ambos son autores. Curiosidad, cuando menos, para fijarse en existencias no ficticias e informarse muy bien acerca de lo que proyectan escribir, adoptando una comprometida distancia con la materia en que trabajan. Lo mismo puede decirse de Sands y del muy reciente libro de Cercas.
“Ver bien para escribir justo” pedía otro notable de las letras —Fernando Pessoa—, y donde “justo” tiene varias aplicaciones en la clase de libro a la que nos estamos refiriendo. Admito que el de Cercas recién empiezo a leerlo, pero me han bastado unas cuantas páginas para incluir su mención en la presente columna. Este libro sorprende también por su contenido: un texto encargado por el Vaticano para que Bergoglio, en condición de Papa, converse con Cercas a raíz de un viaje a Mongolia. Cercas se declara ateo y en Mongolia la población católica es una impresionante minoría. ¿Recuerdan ustedes, del mismo autor hispano, “Anatomía de un instante”, otro excelente ejemplo de lo que se puede hacer con una prosa que parte de la realidad y alcanza un gran nivel literario?
¿Se tratará de una mezcla entre realidad y ficción? Afirmaría más bien que se trata de una realidad reporteada con enorme cuidado, gran penetración, deslumbrante talento y una muy aguda sensibilidad. En cierto modo, y al revés de lo que ocurre con la mayoría de las novelas, se trata de una renuncia a la imaginación, si bien a favor de una realidad riquísima en detalles, situaciones y personajes.
En fin, otra característica de esta literatura es que, centrándose en uno o más personajes concretos —por ejemplo, en el caso de Sands, en Pinochet y el nazi Walter Rauff—, permite familiarizarse con muchos otros tipos cuando menos curiosos, todos atraídos hacia el centro de gravedad escogido por los autores.