¿Se acuerda de nuestra Roja sub17 de 1993 programada para la televisión desde Santa Laura en su preparación para el Mundial de Japón? ¿Y del Mundial mismo, que veíamos con mucho sueño? Pues nos repetiremos el espectáculo, con televisión y todo y también con sueño: se jugará en Qatar.
Es una hermosa perspectiva que no se nos ofrece seguido. En 1993 lo disfrutamos intensamente porque al final del camino los jóvenes chilenos de Leonardo Véliz lograron el tercer lugar, luego de haber clasificado como segundos en el Sudamericano de Colombia. Ahora ya están clasificados, pero no sabemos en qué lugar, aunque esta misma tarde tendremos un anuncio luego de su partido con Brasil por semifinales. Pero algo puede ser premonitorio: también se juega en Colombia y los muchachos van por el título. Ya veremos.
El “Pollo” Véliz, un observador permanente del fútbol, ha señalado algo que es muy interesante y comprobable por los espectadores. Entrando en la comparación, ha dicho que esta selección tiene un juego más colectivo que la suya, que era más basada en individualidades (Rozental, Neira, Lobos, Tapia…).
Ese es un apunte. Otro es el tema físico. Los técnicos encargados de la actual juvenil hacen énfasis en la fuerza y lo atlético, como aspectos básicos de una preparación que cumple dos años. Lo más importante del método es que aquella fuerza sea el soporte del talento. Eso es decisivo, porque cuando se recalca excesivamente lo físico se consiguen jugadores más impulsivos que sensibles al pie. Casi robóticos.
Hace un par de semanas escuché una charla entre colegas y algunos entrenadores. Muy interesante. El tema era que cuesta encontrar jugadores como el “Mago” Valdivia o, de los actuales, como Luciano Cabral. En realidad, jugadores como ellos nunca han sobrado en nuestro fútbol. Tal como en los años 60 no había dos “Chamaco” Valdés ni dos “Cua Cuá” Hormazábal.
Está bien, pero también se preguntó “¿Dónde se entrena técnicamente a los jóvenes? La respuesta fue unánime: “En ninguna parte”. “Todo se dedica a lo táctico y lo físico, pero nada a lo técnico”, agregaron.
Me hicieron recordar los tiempos de José Pérez, el “Gallego”, al que escuché decir “¿y cómo van a cabecear los chicos si no les enseñan? No veo la pelota colgando de una cuerda para que salten a cabecear”. Eso en los 50 y 60. Saltar, cabecear, driblear, usar hábilmente todas las zonas de contacto, desarrollar la visión periférica. Todo el cuerpo juega. Y la mente.
En nuestra sub17 de hoy, según las palabras de Nicolás Córdova en “El Mercurio” de ayer, se trabajan todos los aspectos —incluyendo los sociales— en armonía. Debería ser ese el imperativo formativo en todo nuestro medio, empezando por las divisiones inferiores de los clubes.
En fin, todo eso está referido al desarrollo del fútbol. Ahora estamos en lo inmediato. Lo importante sucederá esta tarde.