Este mes, Colo Colo cumplirá cien años, lo que es muchísimo tiempo para una institución del fútbol. Un siglo. El club nació de un conflicto y ese ha sido su sino. Desde la escisión de Magallanes hasta hoy, su vida ha estado marcada por distintos episodios conflictivos, tal vez como el país, y por eso se ha dicho centenariamente que “Colo Colo es Chile”.
Aparte de tantos dimes y diretes y acusaciones surtidas, seguramente las más grandes diferencias las tuvieron Róbinson Álvarez Marín y Pedro Foncea, notables oradores y presidentes institucionales. Como el país, ese tono conflictivo ha ido cambiando y hoy las diferencias entre sus dirigentes, zanjadas antes verbalmente, han llegado a la agresión física o al intento, según distintos testimonios.
No hay imágenes precisas del incidente entre Aníbal Mosa (presidente) y Carlos Cortés (director) de Blanco y Negro. De que discutieron, discutieron, pero agresión no se advierte en los videos que se han mostrado, como tampoco se ve que el presidente haya tropezado con cables y cayera. De todos modos, el presidente partió a dejar constancia de haber sido golpeado, apareciendo con cuello cervical y en silla de ruedas.
Esto no ha terminado y recién terminará, o iniciará una nueva etapa, en justamente una semana, cuando ambos deban presentarse en el 13{+e}{+r} Juzgado de Garantía para la formalización de la investigación iniciada por la denuncia de Mosa. Cien años, ¿para esto?
El caso que nos mantuvo ocupados durante varios días fue la relación entre Ricardo Gareca y la ANFP. Si seguiría el “Tigre” al frente del seleccionado después del empate con Ecuador. Se decía que esa era “la última oportunidad” de Chile de llegar al repechaje de la clasificatoria. Sin embargo, ocho días más tarde, el entrenador era confirmado al frente de la Roja.
Lo que llama la atención en la actuación de Gareca y su cuerpo técnico es que resulta frecuente que ellos actúen de manera de irritar a los aficionados y al periodismo chilenos. No irritan, por cierto, a los dirigentes en la ANFP, que no se alteran por nada y hasta creen estarlo haciendo muy bien, como sucede con todos quienes están operados de los nervios.
Contra Ecuador hizo entrar a Luciano Cabral, exigido a viva voz por el público, pero desesperó a todos demorando el ingreso de Zampedri, pues Cabral es útil (entre otras cosas) habilitando a delanteros peligrosos. Se produjo un largo cabildo, ya característico, entre el entrenador y sus ayudantes. Es perdonable esa exasperante demora en un entrenador principiante, pero no en un técnico veterano y muy despierto como Gareca. Ingresó a uno tarde, y al otro, cuando ya no había caso.
¿Cuál es la idea?, ¿echarse al público y a la prensa encima para que se exija su despido y luego negociar su salida? No puedo saberlo, pero sí puedo sospecharlo. Y en el fútbol chileno de hoy, como se sabe, sospechar no es falta ni pecado.