Escribo antes del partido con Ecuador. Es decir, sin saber si ha mejorado o empeorado el camino incierto de nuestro seleccionado hacia el Mundial. Es difícil que haya mejorado en 90 minutos lo que se ha hecho mal en los casi 1.200 ya jugados. Y si mejoramos, qué bueno y que nos dure.
Me parece más oportuno volver sobre los efectos la fecha pasada, aunque resulte doloroso. Porque lo sucedido en los primeros 13 partidos clasificatorios resume en gran parte lo que se repite en nuestra historia.
En estos días, por ejemplo, se repara en todos los defectos y errores de la dirección técnica de Ricardo Gareca. Los comparto, por cierto, pues es innegable la falta de identificación del entrenador con nuestro fútbol, casi cercana a la indiferencia de Jorge Sampaoli en su momento. Tampoco se puede negar su tozudez en ciertas preferencias individuales no rentables para el equipo y que responden a su falta de flexibilidad estratégica. A mí me gusta lo que hace Diego Valdés, por ejemplo, pero también tengo claro que no ha sido aporte significativo.
Pues bien, para la clasificatoria anterior (Qatar) se reemplazó a Reinaldo Rueda al cabo de cinco partidos y llegó Martín Lasarte. Pero no fue Rueda el responsable de que no llegáramos al Mundial. Y tampoco Lasarte. Eran y siguieron siendo buenos entrenadores. Eran otros los problemas. (¿Los mismos de ahora?)
El único reemplazo que sirvió fue el de Sampaoli por Claudio Borghi, rumbo a Brasil 2014. El casildense clasificó a la Roja y Chile se hizo de un personaje indeseable. Además, ha sido señalado por exseleccionados como responsable de la demora en comenzar oportunamente la renovación de la generación dorada, exprimiendo a sus notables integrantes. Cierto.
La semana pasada se hizo en esta columna un resumen del comportamiento de la Roja con Paraguay en las clasificatorias de todos contra todos. No es necesario hacerlo con Ecuador, que es uno de los tres grandes saltos del fútbol sudamericano en su historia. El trío lo completan Venezuela y Colombia. Cada uno de ellos era “pan comido” para sus rivales, incluido Chile, en las competencias internacionales.
Ecuador se irguió como adversario difícil a mediados de los años 1960, Colombia recién empezó a participar en la Copa América en 1957 y Venezuela en 1967. (Entre esa Copa y Perú 2004, los llaneros ganaron solo un partido, pero en las últimas seis ediciones llegaron a cuartos de final en cuatro. Ahora, eventualmente, vienen a menos).
Son cifras espectaculares las de estos tres mosqueteros que saltaron desde el fondo de las tablas históricas a impresionar al mundo.
Ahora bien, ¿y nosotros?
Chile nunca estuvo en el fondo. Nos ha ido bien, mal y regular. Hasta pudimos estar en un último lugar y hasta pensamos en que al fútbol nuestro “había que echarle bencina y prenderle fuego”. Pero fueron momentos, no situaciones permanentes, como las sufridas por estos tres vecinos o por Bolivia, que todavía está en el fondo, aunque está repechando hoy.
Ahora estamos nuevamente cerca de faltar a la ronda final. ¿Tal vez ha cambiado algo de eso anoche? Como sea, se necesita algo más que un triunfo y algo más que llegar a una ronda final.