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RenovarColumnistas
Sábado 08 de marzo de 2025
Matthei y los dos K
''La pregunta es si lo que representan estas tres candidaturas son compatibles. Y, en el fondo, si Matthei puede ser parte de una misma coalición con Kast y Kaiser''.
Bachelet no va más. Para el pesar de los muchos en el oficialismo que veían en ella el anestésico que podía esconder todos los dolores, y tras una música de suspenso compuesta y dirigida por la propia expresidenta, la respuesta fue definitiva.
Así las cosas, paradójicamente (y momentáneamente), “las derechas” en sus distintas expresiones, están en los tres primeros lugares de las encuestas. Matthei, Kast y Kaiser. O Matthei, Kaiser y Kast.
En medio de la falta de liderazgos evidentes en el oficialismo, el cambio de tendencia que han tenido 21 de las últimas 24 elecciones en Latinoamérica, la baja popularidad del gobierno y los aires de orden que soplan por el mundo, no es muy difícil pensar que ahora le toca a la derecha.
La vieja derecha, heredera desde Hayek a Burke, desde Tocqueville a Ortega y Gasset, hoy en primera línea.
¿Pero cuál derecha?
Johannes Kaiser representa el “fenómeno” nuevo. El descontaminado. Lo fue antes FRAFRA, lo fue ME-O, lo fue Parisi. El que viene de afuera. El que trae soluciones fáciles. Pero a lo “nuevo” se suma el haberse transformado en un resumidero de todas las vertientes de derechas populistas y extremas que hoy encandilan a una buena parte de las masas mundiales: Trump, Bukele y Milei juntos.
El libreto ya está escrito y su convergencia con una población que pide orden y seguridad encaja fácil.
El peligro en esos liderazgos, y en muchas expresiones que conocemos en cada uno de los países europeos (y crecientemente en Latinoamérica), es que tienen el germen del autoritarismo, del populismo y de la intolerancia muy marcados. Y como diría el trovador: “si no fueran tan temibles nos darían risa.”
José Antonio Kast quedó a medio camino. Se trata de una visión ante todo conservadora, pero más institucionalizada, de modales más finos, de posiciones menos extremas. Está en el borde, pero por dentro. Representa a una parte importante de la vieja derecha, con un discurso poco economicista y que apela al orden y a los valores.
El problema para JAK es que la irrupción de Kaiser descafeína sus propias banderas. Perdió la novedad, perdió la frescura. Si bien fue un precursor de los vientos contrarreformistas, quedó a medio camino y es difícil que pueda salir de ahí.
Finalmente está Matthei. La favorita. La representante de la derecha de los 30 años. La misma que quiere ser presidenta desde 1992. Ecléctica, economista, liberal, mal hablada, pianista. Exdura. Exblanda. Difícil de asir, campañera e impredecible.
Representa de alguna forma la evolución de una centroderecha colaborativa como oposición, moderada bajo el gobierno de Piñera y que transitó desde el pinochetismo al apego a los valores democráticos.
Es indudablemente quien tiene la primera opción, pero la irrupción de KyK no le ha permitido estar cómoda. A ratos juega con los otros dos a ser la más dura de los tres y en ese partido es poco lo que puede ganar.
La pregunta es si lo que representan estas tres candidaturas son compatibles. Y, en el fondo, si Matthei puede ser parte de una misma coalición con Kast y Kaiser.
Es la misma complicación que hoy tienen las viejas centroderechas en muchos países. Para el Partido Popular aliarse o no con Vox ha sido un problema, en el caso italiano la moderación de Meloni lo ha hecho posible. En otros países como Francia, Austria y Alemania la respuesta ha sido clara: con la extrema derecha no es posible pactar, hay más afinidad con la socialdemocracia (esa fórmula la comenzaremos a ver cada vez en más países. Pero en Chile falta tiempo para eso).
Es probable que, a falta de una candidatura competitiva del oficialismo, el partido ideológico de la derecha se juegue con mucha fuerza. Lo importante para los partidos de Chile Vamos es cómo, sintonizando con el electorado, no pierden lo que tanto les costó construir. Lo importante para Matthei es cómo no desdibujarse con banderas ajenas. Aliarse con Kast sería riesgoso. Aliarse con Kaiser sería volver al punto de partida. Construir lleva años, destruir solo un instante.
Así las cosas, paradójicamente (y momentáneamente), “las derechas” en sus distintas expresiones, están en los tres primeros lugares de las encuestas. Matthei, Kast y Kaiser. O Matthei, Kaiser y Kast.
En medio de la falta de liderazgos evidentes en el oficialismo, el cambio de tendencia que han tenido 21 de las últimas 24 elecciones en Latinoamérica, la baja popularidad del gobierno y los aires de orden que soplan por el mundo, no es muy difícil pensar que ahora le toca a la derecha.
La vieja derecha, heredera desde Hayek a Burke, desde Tocqueville a Ortega y Gasset, hoy en primera línea.
¿Pero cuál derecha?
Johannes Kaiser representa el “fenómeno” nuevo. El descontaminado. Lo fue antes FRAFRA, lo fue ME-O, lo fue Parisi. El que viene de afuera. El que trae soluciones fáciles. Pero a lo “nuevo” se suma el haberse transformado en un resumidero de todas las vertientes de derechas populistas y extremas que hoy encandilan a una buena parte de las masas mundiales: Trump, Bukele y Milei juntos.
El libreto ya está escrito y su convergencia con una población que pide orden y seguridad encaja fácil.
El peligro en esos liderazgos, y en muchas expresiones que conocemos en cada uno de los países europeos (y crecientemente en Latinoamérica), es que tienen el germen del autoritarismo, del populismo y de la intolerancia muy marcados. Y como diría el trovador: “si no fueran tan temibles nos darían risa.”
José Antonio Kast quedó a medio camino. Se trata de una visión ante todo conservadora, pero más institucionalizada, de modales más finos, de posiciones menos extremas. Está en el borde, pero por dentro. Representa a una parte importante de la vieja derecha, con un discurso poco economicista y que apela al orden y a los valores.
El problema para JAK es que la irrupción de Kaiser descafeína sus propias banderas. Perdió la novedad, perdió la frescura. Si bien fue un precursor de los vientos contrarreformistas, quedó a medio camino y es difícil que pueda salir de ahí.
Finalmente está Matthei. La favorita. La representante de la derecha de los 30 años. La misma que quiere ser presidenta desde 1992. Ecléctica, economista, liberal, mal hablada, pianista. Exdura. Exblanda. Difícil de asir, campañera e impredecible.
Representa de alguna forma la evolución de una centroderecha colaborativa como oposición, moderada bajo el gobierno de Piñera y que transitó desde el pinochetismo al apego a los valores democráticos.
Es indudablemente quien tiene la primera opción, pero la irrupción de KyK no le ha permitido estar cómoda. A ratos juega con los otros dos a ser la más dura de los tres y en ese partido es poco lo que puede ganar.
La pregunta es si lo que representan estas tres candidaturas son compatibles. Y, en el fondo, si Matthei puede ser parte de una misma coalición con Kast y Kaiser.
Es la misma complicación que hoy tienen las viejas centroderechas en muchos países. Para el Partido Popular aliarse o no con Vox ha sido un problema, en el caso italiano la moderación de Meloni lo ha hecho posible. En otros países como Francia, Austria y Alemania la respuesta ha sido clara: con la extrema derecha no es posible pactar, hay más afinidad con la socialdemocracia (esa fórmula la comenzaremos a ver cada vez en más países. Pero en Chile falta tiempo para eso).
Es probable que, a falta de una candidatura competitiva del oficialismo, el partido ideológico de la derecha se juegue con mucha fuerza. Lo importante para los partidos de Chile Vamos es cómo, sintonizando con el electorado, no pierden lo que tanto les costó construir. Lo importante para Matthei es cómo no desdibujarse con banderas ajenas. Aliarse con Kast sería riesgoso. Aliarse con Kaiser sería volver al punto de partida. Construir lleva años, destruir solo un instante.