Seguramente no haya relación, pero llama la atención que justo cuando en estos momentos existen muchos (demasiados, en verdad) y torpes cuestionamientos al fútbol de toque y construcción —llamado “de posesión”— debido a los malos resultados del Manchester City de Josep Guardiola, en el torneo chileno de Primera División estemos viendo un fenómeno interesante: la predilección de varios entrenadores por el juego directo.
¿Qué es el juego directo? ¿Se trata de una concepción filosófica o simplemente es una manera cursi y rebuscada para referirse a lo que siempre se llamó contraataque?
En verdad, es ambas cosas.
Hay un sustento conceptual para los teóricos, que han definido el juego directo como “una táctica (N. de la R.: estrategia, en rigor) en la que el equipo atacante busca avanzar rápidamente hacia la portería contraria con la intención de marcar un gol. Para lograr esto, los jugadores utilizan pases largos y rápidos, movimientos y desmarques inteligentes, y una gran velocidad para superar a la defensa contraria”. También se dice que es “un momento en el juego que se produce cuando un equipo gana la posesión y busca rápidamente el arco contrario, saltándose el mediocampo con pases largos”.
Definitivamente, con otras palabras y con mayor rigor pedagógico, los descrito es un contraataque (y no un contragolpe, que es un término propio del boxeo).
El juego directo se divide en tres fases: iniciación con pases largos, creación tras prolongaciones o rechazo, y finalización, apuntando a anotar gol. Los principios claves incluyen la movilidad, posesión corta orientada a la portería, velocidad y amplitud.
Precisamente, este fin de semana pudo observarse nítidamente, en cuatro equipos que ganaron con cierta amplitud, ejemplos de utilización estratégica del ataque directo: Palestino, Coquimbo Unido, Huachipato y Cobresal.
Todos ellos superaron a sus rivales (Unión Española, Universidad Católica, O'Higgins y La Serena) renunciando casi completamente a la posesión de la pelota y a la elaboración, privilegiando la reconversión rápida y el traslado en trazos largos.
Obviamente, todos estos equipos vencedores tuvieron jugadores como para llevar a cabo con perfección este modelo de juego.
Palestino exhibió a Gonzalo Tapia como excelente contraatacante por las alas; Coquimbo Unido tuvo a Matías Palavecino como gran habilitador; Huachipato mostró a Julián Brea y Mario Briceño como abrelatas y centradores; y Cobresal fue guiado por el talento de Jorge Henríquez en las filtraciones.
Por cierto, todos tuvieron el plus de jugar con delanteros vivos (Nicolás Johansen, Coquimbo Unido), oportunos (Lionel Altamirano, Huachipato, y Diego Coelho, Cobresal) y talentosos (Joe Abrigo, Palestino) lo que permitió el éxito este fin de semana de estos cuatro equipos.
La duda, claro, es si se mantendrá la tendencia y si, finalmente, los entrenadores que han optado por este modelo de juego (Lucas Bovaglio, Esteban González, Jaime García y Gustavo Huerta) intentarán plasmarlo como sello de sus equipos como principio inalterable o lo modificarán de acuerdo al devenir de los resultados.
Sea como sea, será interesante seguirlos.