En una comida de la semana pasada se discutió cuáles libros llevarse para el verano. Me lo esperaba porque eran personas que aman la literatura y la cultura en general. No faltaron quienes nombraron una novela e, incluso más, una novela chilena. Es interesante pensar que todavía en ciertos segmentos lectores —cada día más escasos— se considere que la novela, la narrativa, cumple una función social cohesionadora y reveladora. ¿Por qué valdría la pena leer una novela chilena y no una de las otras tantas ofertas de lectura? Mis comensales eran lectores y lectoras que siempre han reservado una parte de su tiempo de vacaciones, un tiempo privilegiado, personal y muy valorado, para leer.
Leí y critiqué, de mis 24 críticas literarias anuales, 15 novelas de autores nacionales publicadas el año 2024 y revisé de pasada otras 15 más, que no critiqué. Como se ve, son por más el género mayoritario en el año que recién terminé. Ese número es muy alto para mí, pero es muy poco respecto al universo de novelas publicadas por autores y autoras chilenas, y poquísimas respecto a los cerca de cuatro mil libros de literatura, de los cuales más de la mitad son de narrativa. Menos del 1 por ciento de las novelas de autores chilenos y chilenas fueron objeto de mi crítica. La decisión del crítico —y de su editor— más relevante es la que criba entre los libros que se van a criticar y los que quedan afuera. Como los que van a quedar sin crítica son tantos, la posibilidad de omitir es alta. La decisión es muy a ciegas porque en Chile no hay cómo saber qué es lo que se está publicando y también sigue siendo un problema conseguirlo. La asimetría de información, por lo demás, entre Santiago y provincia es enorme. La ignorancia en la comunicación interna es mucha.
Pero a medida que fue corriendo el año —en consecuencia, con mucho de tanteo—, se fue perfilando la tendencia a un buen año para la narrativa chilena. No estoy en condiciones, como indiqué, de atreverme a esbozar un panorama de conjunto, pero la cosecha fue buena; tanto, que una novela chilena, la de Cynthia Rimsky, ganó el premio Herralde. En la novela chilena del 24 parecen concurrir distintos enfoques de lo que debe entenderse por novelar, se entrecruzan distintas generaciones y tradiciones, y se despliegan distintas temáticas. Hay, con todo, en esas 15 novelas, un conocimiento implícito sobre Chile que es importante pensar, un conocimiento que solo la literatura puede proporcionar.