En medio aún de la participación de la selección chilena Sub 20 en el Sudamericano de Venezuela, es bueno, más que sacar conclusiones (es muy temprano para eso), hacerse una pregunta.
Ella es si es posible enseñarle a un jugador Sub 20. O, para que se entienda mejor, si un entrenador tiene dentro de sus funciones entregarles a sus dirigidos una serie de conceptos técnicos con el fin de que ellos los aprendan.
Claro, uno puede decir que sí, que siempre hay que estar disponible para conocer cosas, para asimilarlas y atesorarlas. Pero la pregunta no apunta a esas profundidades intelectuales, sino que al simple hecho de si percibimos que un futbolista de 18 o 19 años está en proceso formativo aún.
Hay dos respuestas: la teórica y la real.
En teoría, y es cosa de hablar con cualquier entrenador que ha tenido experiencia en trabajos formativos, es indudable que un muchacho que está cerca de los 20 años no puede ser considerado parte de un proceso de formación. A esa edad, un joven que aspira a ser profesional ya debe haber desarrollado todas sus capacidades físicas y técnicas y conocido todos los conceptos y fundamentos técnicos y tácticos para enfrentar su único gran desafío: competir.
A los 20 años, más estando en la élite como es una selección nacional, el jugador solo debe adaptarse a las visiones específicas del juego colectivo que pretende el entrenador.
Todo esto parece lógico. Pero la realidad, al menos en Chile, es bastante distinta.
Los jugadores Sub 20 (incluso los Sub 21, si vemos la regla que se impone hoy en el torneo de Primera División) son tratados por el medio como jugadores aún en proceso formativo.
Hay evidencia.
Los entrenadores de los primeros equipos no confían en jugadores de las inferiores porque saben —o al menos intuyen— que no están preparados para la alta competencia y, en la mayoría de los casos, tienen razón porque un alto porcentaje de esos jóvenes que llegan a los primeros equipos queda pronto fuera del radar de los clubes que los forma, yéndose a otros clubes o definitivamente alejándose de la actividad, denunciando así un deficiente proceso formativo.
Claro, viendo a la actual Roja Sub 20 que dirige Nicolás Córdova y que jugará este año el Mundial de la categoría, uno empieza a visualizar nombres como el del arquero Ignacio Sáez, los zagueros centrales Iván Román y Matías Pérez, el volante Agustín Arce y los atacantes Juan Francisco Rossel y Emiliano Ramos y siente que ya existe en Chile una generación potente y, más que ello, plenamente formada.
No es verdad. Apenas estamos visualizando potenciales figuras que están aún en proceso de desarrollo y que tienen, en general, una capacidad física limitada (ante Venezuela el rival los superó en eso) y deficiencias en jugadas de pelota parada (como en el autogol ante Uruguay) que revelan que aún existe un trecho que recorrer antes de saber cuáles y cuántos de los nombrados serán en dos o tres años jugadores consolidados o, al menos, profesionales.
Es la cruda realidad que surge tras una pregunta.