Lo mejor que podría pasar para las relaciones entre Chile y Estados Unidos sería que Trump ignore la exsistencia de Chile, como la Reina Victoria ignoró a Bolivia. Y podría suceder, dada su apretada agenda interna y la mínima incidencia e Chile en el complejo panorama mundial.
Pero hay un riesgo: que el ideologismo del Presidente Boric lo impulse a polemizar con Trump, por diferencias valóricas, como ya ha ocurrido con otros mandatarios. Así sucedió cuando le exigió a la Presidenta Boluarte que cambiara de rumbo, con su obsesión en contra del gobierno de Israel y sus desencuentros con el Presidente Milei. La cancillería también tiene el vértigo de opinar sobre asuntos internos de otros países, como si pudiera cambiar su desenlace.
En diplomacia presidencial y profesional es aconsejable introducir pragmatismo y realismo por encima de causas ideológicas. A veces hay que contenerse y bajar el perfil, a menos que esté comprometida la soberanía nacional. No hay razón para que entremos en conflicto con Trump por políticas turquesa y feministas de Boric, autoritarismos de Trump, su rechazo al multilateralismo y de determinados organismos internacionales, abandono del Acuerdo de París, o ante posibles exigencias de solidaridad de países de la región que hará que verlas con detención.
Preocupan especialmente a Chile dos políticas de Trump: la comercial, por el proteccionismo y sus implicancias en nuestras exportaciones, y el control migratorio, por riesgos para las facilidades de la Visa Waiver y eventuales limitaciones para las visas de trabajo, estudios y otras formas de ingreso legal a EE.UU. Además, están las eventuales repercusiones del cierre de la frontera estadounidense y de las deportaciones de ilegales que pueden derivar en aumentar la presión migratoria a Chile.
Respecto del proteccionismo, que puede afectar nuestras exportaciones, no debe menospreciarse, aunque habrá que tener en cuenta que Estados Unidos tiene una balanza comercial a su favor, que la competencia nacional con sus productos industriales es muy reducida y que nuestras principales exportaciones son cobre y otros metales, de los que Nosteamérica es deficitaria. Imponerles aranceles es irracional, encarece sus manufacturas destinadas al consumo interno y al mercado externo. Perjudicados pueden resultar los productos agrícolas y los salmones.
El regreso de Trump es problemático y obliga a la Cancillería a revisar su estrategia con EE.UU. Él envuelve con mayor experiencia, agresividad y poder que en su período anterior. Ahora cuenta con una enconomía más solida, con fuerza armadas sin la carga de la guerra de Afganistán y con control de los poderes Ejecutivo, Legislativo y de la Corte Suprema.
Otra vez está a prueba la resiliencia de la Constitución de los EE.UU. Son muchos los expertos y líderes que afirman que solo el tiempo puede dar respuesta de la capacidad del sistema norteamericano para resistir al autoritarismo de Trump.