El verbo acordar expresa la acción de juntar corazones. La concordia es el resultado de los acuerdos. Y el ambiente para llegar a estos debe estar impregnado de cordialidad. Dicho en pocas palabras, para alcanzar acuerdos hay que proceder con el corazón, es decir, con ánimo limpio, positivo y con transparencia. Actuar con la calculadora es su opuesto: usar de la razón para el cálculo frío e intencionado puede lograr una imposición, pero no un acuerdo. Hoy, los métodos “políticos” se han afinado al extremo para “imponer” sutilmente, escondiendo el más brutal aplastamiento del “otro”.

En el debate sobre las pensiones ha proliferado al infinito la palabra acuerdo. Tanto se la ha reiterado, que se puede dudar de la sinceridad de este anhelo. Y para desgracia nuestra, la historia reciente y lejana no nos acompaña para crear un ambiente de cordialidad que beneficie al país entero y no solo a ciertos grupos.

En los últimos 20 años la política ha favorecido abiertamente a numerosos grupos de presión en desmedro de los intereses generales, abriendo el apetito de muchos. Ahora mismo, el Partido Comunista y el Frente Amplio no avalan la sinceridad de su corazón que apunta a la refundación del país siguiendo sus lineamientos. Derrotados el 4 de septiembre del 2022, han adoptado la estrategia de usar los infinitos recursos legales del Ejecutivo —decretos, reglamentos, oficios, circulares, etc.— para ir alcanzando de a poco e institucionalmente sus objetivos. Y negociar las leyes que requieren, pues cualquier poco que logren es ganancia. La confusión, debilidad o acomplejamiento, o todo sumado, de la oposición, los ayuda y los alienta. Así, de a poco avanzan y avanzan.

La historia ya lejana de mediados del siglo XX tampoco acompaña. En esos años se creó un monstruo estatal de pensiones, del cual prontamente se apoderaron variados grupos de presión en claro perjuicio para la gran mayoría de los chilenos, según lo expresó el Presidente Frei Montalva en conferencia de prensa del 4 de noviembre de 1968, cuarto aniversario de su gobierno: en eso paró la solidaridad intergeneracional.

La verdadera solidaridad se logra con un país sólido y abierto al futuro que abra paso, posibilidades y sueños a los que vendrán. ¿Será mucho pedir que para quienes están comenzando su jornada, y para los que los sigan, sean la salud, educación, expectativas de desarrollo, seguridad, casa propia y tantos otros bienes sociales lo que constituya la base para una vida digna y cordial?