Señor Director:

En su edición del viernes 13 de diciembre se señala que, desde mi detención y formalización por ataque incendiario, estuve todo el tiempo en arresto domiciliario.

Esto no es efectivo.

Desde el día 28 de marzo de este año, en que fui formalizado, hasta el 10 de octubre, estuve en prisión preventiva en la Cárcel de Alta Seguridad en Valdivia, quedando yo totalmente aislado de mi esposa e hijos pequeños.

Mi familia, para verme por el lapso de una hora y 15 minutos, aproximadamente, debía estar tres días y dos noches fuera de casa viajando, por la dificultad de los traslados rurales.

A pesar de esto, en dos audiencias del mes de mayo se nos negó el traslado al penal más cercano a nuestro domicilio, arguyendo mi peligrosidad.

En cambio, el tribunal ofició a Gendarmería para que yo pudiera comunicarme con mis hijos y esposa semanalmente, a través de videollamadas, pero recién en agosto esto se hizo efectivo.

El día 12 de diciembre, tras seis meses y medio en prisión preventiva, y dos meses en arresto domiciliario total, quedé sin medida cautelar alguna, por la decisión de la fiscalía de no perseverar en su acusación.

Un imputado en una Cárcel de Alta Seguridad sufre todo tipo de vejaciones diariamente, que sería largo intentar detallar aquí, y mi caso no fue la excepción.

Luis García-Huidobro A.