A propósito del proceso eleccionario que vive Estados Unidos, un recuerdo. Durante la campaña presidencial de 1992, un asesor del entonces gobernador de Arkansas y candidato Bill Clinton, colocó en la pared del cuartel general del político demócrata, tres frases que, según él, eran esenciales para incluir en los discursos y enfrentar así de mejor manera al contendor republicano, el Presidente George H. W. Bush, quien era el amplio favorito para ganar las elecciones: “Cambio vs. Más de lo mismo”, “La economía, estúpido” y “No te olvides del sistema de salud”.
De esas tres, la que más efecto tuvo fue la del medio. Tanto que se le atribuye el batacazo que dio Clinton al derrotar finalmente a Bush en esas elecciones.
La celebérrima frase derivó en “Es la economía, estúpido” y quedó como eslogan para sentenciar que nada es más importante, por lo menos en una sociedad liberal, que aquello que afecta a los bolsillos.
Hoy, en el fútbol chileno, está claro que ese eslogan es el principio que rige a quienes conducen la actividad desde las posiciones de poder: como son los propietarios y los dirigentes de los clubes.
Hace rato, mucho antes de la instauración del modelo de las sociedades anónimas deportivas, que la estructura futbolística en Chile se ha ido transformando en una actividad meramente mercantil, dejando de lado casi completamente y con escasas excepciones, el componente más esencial de todo deporte competitivo: la ilusión de los hinchas por alcanzar el triunfo.
Está claro que el fenómeno es exclusivamente local. La supraestructura del fútbol mundial, la FIFA, entrega pautas de que el negocio está por sobre todo y el resto absorbe el principio con entusiasmo.
Nadie puede estar en contra de querer obtener ganancias. Por cierto que no. Pero tampoco es el único factor que se debe considerar para alcanzar un desarrollo mayor en la actividad futbolística. Esa unívoca mirada provoca lo que está pasando ahora en el fútbol chileno, que ha perdido su esencia hasta convertirse en un mal negocio.
No hay más objetivo que acumular riqueza, muy pocos invierten en el futuro y casi nadie tiene ganas de mirar a mediano o largo plazo. Las consecuencias se pagan con las vergonzosas presentaciones de las selecciones locales a nivel internacional.
Ninguno de los dueños de los clubes del fútbol chileno aboga porque los torneos profesionales sean cuidados y resguardados en su integridad. Prefieren desvirtuarlos, arrancarles su poco ropaje de dignidad competitiva y dejarlos en entredicho tal como ha pasado este año con los tres campeonatos profesionales: Primera División, Ascenso y Liga 2D
Una vergüenza de la que nadie se hace cargo. Es que, lógico, lo único que importa “es la economía, estúpido”.