La automatización y la digitalización no son una tendencia pasajera, sino una transformación profunda y permanente. Esta nueva realidad plantea una pregunta urgente: ¿Está nuestro sistema de pensiones preparado para adaptarse? Lamentablemente, la respuesta es no. A pesar de algunos avances, el sistema previsional chileno sigue anclado en una lógica diseñada para una economía rígida y estructurada. Hoy, el panorama está cambiando rápidamente, y con él, las reglas del juego para asegurar la estabilidad económica de las futuras generaciones.
Chile obtuvo una puntuación de 74.9 en el Índice Global de Pensiones 2024 de Mercer y CFA Institute, destacándose en la categoría integridad con un 86.5, pero revelando deficiencias en adecuación y sostenibilidad, con puntajes de 71.2 y 70.9, respectivamente. Esto refleja un sistema que aún opera bajo una lógica que asume una trayectoria laboral lineal: empleo formal, de tiempo completo y con contribuciones regulares. Sin embargo, el mercado laboral moderno funciona de manera distinta. La proliferación de trabajadores independientes, la automatización y decisiones familiares personales redefinen las formas de empleo que no se ajustan al modelo tradicional.
Según el informe, Global Talent Trends 2024 (GTT) de Mercer, la automatización podría impactar hasta el 80% de los trabajos actuales. Si no adaptamos nuestro sistema de pensiones a estas nuevas realidades, enfrentaremos un escenario donde gran parte de la población activa quedará desprotegida en su vejez.
El incremento en la edad de retiro, una medida recomendada en el informe, es una solución urgente, pero insuficiente por sí sola. Necesitamos un sistema previsional que considere las nuevas modalidades de trabajo y mantenga a todos los trabajadores dentro del sistema, sin importar cómo o dónde trabajen. Además, es fundamental desarrollar incentivos impositivos efectivos para fomentar el ahorro voluntario, tanto por parte de los colaboradores como de los empleadores. Los incentivos fiscales actuales en Chile son insuficientes y no logran motivar a la población a ahorrar de manera proactiva para su futuro.
En este contexto, los empleadores juegan un papel clave. Según el informe, aquellos que invierten en beneficios financieros para sus colaboradores no solo mejoran el bienestar para sus trabajadores, sino que también contribuyen a la sostenibilidad de su fuerza laboral, lo cual es esencial en un contexto donde los costos de vida y la expectativa de vida continúan en aumento.
Si no realizamos los cambios necesarios en nuestro sistema de pensiones con una visión orientada hacia el futuro del trabajo, perpetuaremos un esquema que no brindará soluciones adecuadas para las generaciones futuras. El trabajo independiente, los contratos flexibles y la volatilidad laboral son realidades ineludibles. Para enfrentar estos desafíos, necesitamos un enfoque a largo plazo que garantice que nuestro sistema previsional esté alineado con estas nuevas dinámicas.
Todos los actores —Gobierno, empleadores y trabajadores— deben involucrarse activamente en esta discusión. Solo a través de un esfuerzo conjunto podremos garantizar un sistema de pensiones que funcione para todos.
Daniel Nadborny