Ricardo Gareca seguirá en la banca de Chile. Los partidos ante Perú y Venezuela marcarán su destino al mando de la Roja, hoy en el sótano de las eliminatorias para la Copa del Mundo de 2026. El técnico de un consenso inusitado previo a su llegada, que no era antiguo (una crítica que hoy asoma interesada) cuando ganó a Albania, perdió apretado con Francia y derrotó a Paraguay, hoy se sostiene con alambres.
La caída con Bolivia en el Estadio Nacional no tiene perdón en el fútbol chileno. Es una afrenta y obliga a una respuesta excepcional, que se remediaba con un triunfo sobre Brasil o una cosecha de puntos ante el Scratch y Colombia. Nada de eso ocurrió. En la debacle frente a los bolivianos, Gareca cometió un error de apreciación grave. En esa formación, pensó que los jugadores chilenos disponían de la cultura táctica de los argentinos.
Nuestros futbolistas, de manera histórica, poseen buena técnica, pero nunca sobresalieron por su lectura y acomodo al juego. ¿Qué hizo Marcelo Bielsa en Pinto Durán? Calibró de inmediato las condiciones naturales del jugador local y lo dotó de entrenamientos de alta intensidad, con un aumento considerable en el ritmo de ejecución.
Eso explica el naufragio en Ñuñoa. Hubo inseguridad del entrenador, pero también de los jugadores. La situación es límite. En la primera fecha de la segunda rueda las opciones de llegar al repechaje son escasas. Urge rescatar como mínimo cuatro puntos frente a Perú y Venezuela.
A esta altura, el pecado mayor del “Tigre” es sostener un pétreo 4-2-3-1 para atacar. No funciona, porque desde la Copa América se anotaron dos goles y casi no se generaron situaciones de riesgo. Me inscribo en el escaso grupo de los que creen que es necesario mantener los nombres actuales, más Alexis Sánchez y quizás Charles Aránguiz. Es necesario construir un nuevo plantel, recuperar a Ben Brereton y Alexander Aravena, porque arriba carecemos de peso y juego. Luciano Cabral es una alternativa. Encontrar otro sistema es un imperativo.
La salida de Carlos Palacios deja esquirlas. Al liberarlo, la ANFP actuó bien. Si el mediapunta de Colo Colo esperaba una titularidad garantizada, era mejor que no estuviera. El juicio social fue lapidario en contra del formado en Unión Española. Algo pasó en Barranquilla, porque Milad y los dirigentes que los acompañaban (Jorge Yunge, Luis Faúndez, Andrés Sánchez, Victoriano Cerda) avivaron una crisis que puso en cuestión la sanidad del final del torneo.
Al informar a Colo Colo que Palacios abandonó la concentración e impedirle actuar ante Unión La Calera y Palestino (luego lo autorizaron con los tricolores), trajeron a la palestra un tema ya zanjado y generaron un hecho político no menor. Transformaron a Colo Colo en el mayor opositor del directorio de la ANFP.
Un paso en falso que no sabemos qué consecuencias traerá. Ya renunció Arturo Guzmán, tesorero de la corporación. El golpe de estado a Sebastián Moreno comenzó con las salidas de los directores. ¿Qué vendrá ahora? En Quilín nunca se sabe.