Muchas películas y series comienzan señalando o intercalan asuntos que tuvieron lugar antes del momento presente. Es un recurso que permite al espectador tener un contexto o una referencia de los hechos que se le empiezan a mostrar. Lo hemos visto tantas veces: “Seis días antes”. A veces es al revés: “10 horas después”. Y en ocasiones solo consiguen enredarlo a uno, que no sabe qué pasó ni qué está pasando.
Espero que esto último no me pase con esta columna, que está escrita antes del partido de Barranquilla. El sentido de estas líneas es señalar de qué forma, en medio de qué sucesos llegó nuestro seleccionado a enfrentar a Colombia. Algo de contexto para un acontecimiento antes de que realmente acontezca.
Como bien sabemos, nuestros jugadores, y por extensión nuestros equipos, requieren algún regaloneo para concretar su mejor desempeño, lo que a veces no basta y recogemos más lamentos que festejos a lo largo de una historia más que centenaria. Imagínese si además se le ponen piedras en el camino.
Y lo de Carlos Palacios en la última semana fue más que una piedra, fue una roca como esas que obstruyeron la ruta entre Iquique y Arica y fueron removidas con explosivos. En el caso del seleccionado que dejó la selección “por cuestiones personales” ¿a quién habría que dinamitar? A “la Joya” no, porque tal vez no entiende lo que hizo. Ya cuando lo llamó Eduardo Berizzo al equipo nacional, hubo quienes no entendían por qué lo llamó.
En esto de los motivos personales hay quienes dicen que saben que los tiene, aunque no saben cuáles son. Daniel Morón ha dicho que le cree (¿y qué iba a decir? Arturo Vidal también se cuadró con él y tal vez sea porque al King no le disgusta lo que sí le disgusta al “Tigre”. Al contrario. Ojalá que una vez terminada la fecha FIFA no nos cuenten una historia al estilo de telenovela venezolana para explicar los motivos personales.
Lo peor del caso es que disminuyó la intención de levantarse después de la derrota con Brasil. Hubo desencuentros y una serie de mensajes indirectos por redes sociales de hinchas y de compañeros de selección criticando a Palacios. El más duro fue Eduardo Vargas, que se dice que lo encaró en Juan Pinto Durán cuando se iba después de renunciarle a Gareca, al día siguiente del partido con Brasil.
Por ahí alguien, en arranque patriótico, se quejó del renquino diciendo que debía imitar a Claudio Bravo, que jamás dejó a la selección. Olvidaba que Bravo sí le falló al seleccionado y Berizzo no volvió a llamarlo. (El mismo Bravo ha dicho hace horas que la Roja es casi sagrada…).
Gareca es muy diplomático, como ciudadano argentino en Chile, única explicación para el educado trato que ha tenido con Vidal y Palacios, que disfrutaban del partido que ayudaron a que terminara en goleada.