Luego de jugada una rueda de las eliminatorias sudamericanas, no se puede hacer un balance completo y acucioso de lo mostrado por la Roja, que, como sabemos, se encuentra en el sótano de la tabla. Sin embargo, hay espacio para identificar tendencias que pueden servir para encarar la segunda parte de la competición regional que clasifica para el Mundial de 2026.
Es un hecho que la selección nacional dejó de ser un equipo competitivo y se ha transformado en uno participativo. Esa dolorosa transformación no puede ser atribuible a la actual administración técnica que encabeza Ricardo Gareca. Tampoco a las cuatro gestiones anteriores que lideraron Juan Antonio Pizzi, Reinaldo Rueda, Martín Lasarte y Eduardo Berizzo. El estado actual de las cosas comenzó a generarse cuando en las altas esferas dirigenciales y ejecutivas malentendieron cómo fue que se construyó el equipo y las bases que debía dejar la generación más triunfadora de la historia.
Para los responsables directivos, la explicación fue que se había producido por la aparición espontánea de jugadores, los que guiados sabiamente por un par de entrenadores (Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli) lograron conjugar tiempos y oportunidades para obtener objetivos.
Luego, enfrentados a la imposibilidad de que esa conjunción volviera a producirse en el corto plazo, se clausuró la opción de iniciar un nuevo trabajo y se optó por mantener a la “Generación Dorada” hasta agotar y exprimir todo su néctar. Sin planes, sin proyectos y sin motivaciones, el entrenador que viniese estaba condenado a administrar más que a crear. Y sin bases de apoyo.
No es todo. El medio no entendió que la obtención de buenos resultados no depende exclusivamente de la forma como se juega. El “bielsismo” y luego el “sampaolismo” —con un aditivo de “borghismo” , aunque sea más difuso en los recuentos— que enseñaron las mejores épocas de la Roja se convirtieron para muchos en una forma casi religiosa de jugar hasta transformarse en un dogma que, es probable, ni siquiera pretendieron establecer Bielsa y Sampaoli.
No está mal que esa fuera la postura y la visión de los hinchas. Es natural. El problema fue que nuevamente los que toman las decisiones establecieron que esos eran los parámetros irreductibles para los siguientes entrenadores, lo que también les limitó a ellos la posibilidad de imponer sus propias visiones tácticas.
Todo eso está cobrando cuentas a una selección que debió mutar lenta y programadamente en los últimos años, tanto en lo ideológico como en lo práctico, pero que quedó inmovilizada por el éxito.
¿Qué hacer ahora? Salvar los pocos muebles que aún quedan en medio del incendio que amenaza con devorar todo. No intentar apagar el siniestro devastador para luego decir que el hogar está en condiciones habitables cuando no lo está. La sugerencia es conservar los elementos que aún sirven para la casa del mañana que no se quiso construir antes y que ahora es obligatorio edificar. No perder más el tiempo en sueños irreales.