Con promesas de continuar la obra de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), Claudia Sheinbaum asume hoy la presidencia de México. Dice que construirá el segundo piso de la llamada “Cuarta Transformación”, 4T, un programa de reformas radicales para terminar con el “neoliberalismo”. Sin el carisma de AMLO, se ha caracterizado por un estilo más sobrio, pero surgen dudas sobre la influencia que el saliente Presidente pueda ejercer. Más aún considerando la impronta personalista de Morena, el partido oficialista, que se estructuró en torno a la figura de López Obrador.

La primera tarea de la Presidenta debiera ser la violencia: solo en el último mes hubo, por ejemplo, 70 muertos en Sinaloa por enfrentamientos entre dos bandas rivales. Ella ha prometido replicar en el tema de la seguridad parte de las estrategias seguidas como gobernadora de la Ciudad de México, donde logró en este ámbito resultados valorados, pero escalar esos logros a nivel nacional parece un desafío mayor. Su apuesta es que la nueva ordenanza que alcanzó a dictar AMLO para la Guardia Nacional le entregará más herramientas. La oposición es sin embargo crítica de este cambio, pues supone la militarización de esa instancia, en un contexto en que los uniformados han ido copando espacios en el Estado.

En paralelo, la primera Presidenta de México tendrá que enfocarse en resolver el problema económico, con un país que, pese a las expectativas del nearshoring —la instalación en su territorio de inversiones que apuntan al vecino mercado estadounidense—, registra paupérrimas cifras de crecimiento y un déficit fiscal sobre el seis por ciento. Si AMLO se felicita por haber sacado a millones de la pobreza, en buena parte se debió a los generosos planes sociales que están en la base de ese déficit, que debiera ser reducido a la mitad, según los economistas. El punto es que tales programas fueron claves para la popularidad de AMLO y el triunfo de Sheinbaum, y no ha de tener entusiasmo por reducirlos.

En lo internacional, también la sombra de AMLO marca el inicio del nuevo período: aun antes de asumir, Sheinbaum parte enfrentada gratuitamente con España, cuyo jefe de Estado, el rey Felipe VI, no fue invitado a la ceremonia de cambio de mando, pues ella consideró inapropiado que el rey no hubiera respondido una insolente carta de 2019 en que López Obrador le exigía disculpas por la “conquista” de México. Respecto de Estados Unidos, los cuestionamientos de Washington a la reforma judicial que López Obrador logró aprobar son otro punto de tensión. La implementación de esta iniciativa, que implica la elección popular de los jueces y arriesga su sometimiento al control político, concentrará esfuerzos en el nuevo gobierno: los primeros comicios serán en junio del próximo año.

Sheinbaum ha sido explícita en señalar que cumplirá el programa de la 4T y, como cuenta con una mayoría calificada en el Congreso, es posible que consiga aprobar muchas de las polémicas reformas propuestas por AMLO que, como la judicial, disminuyen la independencia de las instituciones constitucionales autónomas, y afectan la separación de poderes y la transparencia de la función pública. Si persiste en el camino autoritario trazado por su antecesor, México sufrirá las consecuencias.