En términos gruesos, la academia en macroeconomía aborda el problema del crecimiento y desarrollo económico de dos modos: sus causas próximas y sus causas fundamentales.
Las causas próximas se refieren a los factores que se utilizan para producir —capital físico, capital humano y tecnología—, además de la forma de organizar la producción. La caída sistemática del crecimiento tendencial de las últimas dos décadas puede explicarse desde esta perspectiva: una inversión que no repunta, la menor participación laboral de ciertos grupos y empresas que no innovan.
Desde esta mirada también se derivan propuestas de política para un mayor crecimiento, muchas de las cuales ya son parte del debate público. Entre ellas se cuenta una educación de calidad, un sistema eficaz de capacitación laboral, agilidad y certidumbre en la tramitación de permisos para los grandes proyectos de inversión y la promoción de la inversión en nuevas tecnologías.
Las causas fundamentales van más allá de la descripción mecánica de la producción y el crecimiento, buscando qué hay detrás de esas causas próximas. ¿Qué explica la tecnología que se usa en el país, el nivel de inversión, la participación laboral, el empleo y el capital humano acumulado? El alto crecimiento de Chile a fines de los 80 e inicios de los 90 no se explica simplemente porque hubo más empleo e inversión y se comenzó a usar mejor tecnología. Las causas fundamentales están en la apertura comercial al exterior, la introducción de una mayor competencia en los mercados y una macro ordenada, entre otros.
Así, cuando la economía está tan lejos de la frontera productiva, como Chile hace tres décadas, es más fácil crecer rápido, pues hay más espacio para implementar este tipo de políticas que generan nueva inversión, empleo y productividad. Sin embargo, Chile está bastante más cerca hoy de esa frontera. ¿Cuáles son, entonces, esos fundamentos que debemos revisar si queremos crecer más rápido de manera sostenida, tomando en cuenta al mismo tiempo las nuevas exigencias sociales y ambientales? De acuerdo a una amplia literatura, la institucionalidad es una de esas causas fundamentales que debemos atender.
Las prácticas que hemos conocido recientemente a raíz del llamado caso Audios son, nuevamente, una invitación a revisar cómo funcionan nuestra democracia e instituciones, pilares que sostienen no solo nuestra economía, sino también nuestras relaciones sociales. Lo que hay detrás de casos como este está en las bases mismas de cómo organizamos nuestra sociedad y economía y, por tanto, son causas fundamentales de nuestro desarrollo.
Necesitamos partidos políticos fuertes, conectados con la ciudadanía, y una democracia que funcione. Necesitamos que las autoridades de los distintos ámbitos sean elegidas en procesos transparentes y que ejerzan sus funciones con probidad, dejando de lado sus intereses personales. Necesitamos que las empresas compitan y generen valor, actuando de manera íntegra. En algunas de estas dimensiones ha habido avances, pero no cabe duda de que, mirado así, tenemos problemas serios que atender como sugieren los escándalos recientes.
En décadas pasadas, ante casos como los que se han conocido, hemos sabido crear mecanismos para profesionalizar la alta dirección pública, regular el financiamiento de la política y crear una institucionalidad que vele por un mejor funcionamiento de ciertos mercados. Pero es evidente que falta más. Ejemplos hay muchos y son bastante conocidos.
A nivel local es necesario fortalecer a los municipios y gobiernos regionales, profesionalizando labores y elevar estándares en materia de gestión e información. Ello incluye revisar las normas que regulan a las Direcciones de Obras Municipales, evitando espacios actuales de arbitrariedad.
Por su parte, es importante consolidar el sistema de contratación pública para asegurar de que los funcionarios sean leales a su función más que a quien los nombra, además de reforzar el sistema de inhabilidades al ingresar y dejar cargos clave. Al mismo tiempo, se debe fortalecer las capacidades de organismos reguladores y fiscalizadores, como el Sernac para promover mercados más competitivos y transparentes, y el SII para reducir la evasión, la elusión y los fraudes. También habría ganancias de otorgar más financiamiento a la Fiscalía Nacional Económica, potenciando su capacidad de análisis.
Asimismo, hay espacio para revisar la regulación del lobby y elevar la transparencia, en particular, creando un registro de beneficiarios finales. También, para que los parlamentarios manejen mejor sus inhabilidades en la discusión y votación de temas en los que tienen conflictos de intereses.
Los fundamentos del crecimiento están en las instituciones que nos demos. Los escándalos son una oportunidad para hacerlo mejor. La discusión política a nivel de “empate” no deja ver que los problemas que emergen son sistémicos, no casos puntuales. Si queremos crecer más, es hora de poner mayor atención a nuestras instituciones.