El martes 10 de septiembre Chile perdió 1-2 ante Bolivia por las clasificatorias. Si hoy persiste su mudez ante aquel descalabro, se habrán cumplido ocho días de silencio de Pablo Milad. Una semana y un día. Esa es la pena a que han sido condenados los aficionados chilenos, aunque para muchos puede ser una bendición.
Surgen distintas versiones sobre este insólito hecho. Insólito desde el retorno de la democracia, como suele decirse en otros casos, pero en este, desde siempre. Nunca un presidente del fútbol o un alto dirigente nacional calló tras un desastre de este calibre. Una de las versiones dice que el presidente de nuestro fútbol está redactando su renuncia al cargo. Tan auspiciosa versión, sin embargo, es desechada por otras fuentes que parecen conocerlo.
En los primeros años los dirigentes aparecían poco en la prensa, aún no estaba clara la orgánica y en la cancha estábamos “aprendiendo”. En 1924, después de un desastroso sudamericano, Carlos Cariola, jefe de la naciente Federación, dice que, si el próximo se realiza en Chile, el general Altamirano, presidente de la Junta de Gobierno, “ofrecerá un trofeo”. La prensa decía: “Así vuelven los de la Federación, desnudos, escandalosamente desnudos”. Lo del presidente fue una tontería, pero habló.
Por lo demás, los dirigentes a nivel nacional no eran entonces material informativo importante. Es posible que hayan empezado a tener presencia mediática a partir de 1962, con Carlos Dittborn, Ernesto Alvear y Juan Pinto Durán, “Los Tres Mosqueteros” del Mundial.
Uno que se perfilaba al alero del trío era Juan Goñi, tesorero para el Mundial nuestro y presidente cuatro años más tarde, para el de Inglaterra.
Chile no hizo entonces un mal torneo en resultados: 0-2 con Italia, 1-1 con Corea del Norte y 1-2 con la Unión Soviética. Apenas un empate, pero el desarrollo del campeonato mostraría que no era nada vergonzoso, aunque lo que pesó fue la enorme expectativa que levantaba el tercer puesto del 62. Lo avanzado entonces se había perdido apenas cuatro años más tarde. Parecía imperdonable y Juan Goñi dijo su frase que aún perdura casi medio siglo después: “Al fútbol chileno hay que echarle bencina y prenderle un fósforo”.
En 1979 la selección inició una larga preparación que terminaría en el Mundial de España en 1982 con un estruendoso fracaso. Eliminado en su grupo. Tuvo en el estreno contra Austria la primera opinión del presidente de la Asociación Central de fútbol, Abel Alonso, que apostó por Luis Santibáñez para la banca. Y Alonso volvió a comentar después de la derrota con Alemania. No volvió de inmediato después del último partido, pero al regresar puso los puntos sobre las íes.
Dijo Alonso: “Lo único que puedo decir es que la selección fracasó rotundamente en España. No me vengan a mí con mala suerte, con la cancha mojada ni que se perdió un penal o falló el arquero. ¡Suerte tienen los que la buscan!”.
Se puede estar de acuerdo o no con él, pero habló, que es lo que debe hacer un presidente en circunstancias especiales.
De Sergio Jadue no hay nada que decir, porque el calerano nunca perdió. Él ganó. O robó. En fin, esas ya son sutilezas biográficas.