Chile perdió 2-1 frente a Bolivia la tarde del martes 10 de septiembre en el Estadio Nacional, en el que parece ser un fallido camino a la Copa del Mundo de 2026. El jueves 5 cayó 3-0 con Argentina en el Monumental de River Plate. Al despacho de esta columna, el presidente de la ANFP y la Federación de Fútbol de Chile, Pablo Milad, aún no habla de lo que sucedió en esta doble fecha eliminatoria.
En 2001, cuando la selección nacional se acercaba a la peor actuación de su historia, al ubicarse última en la ruta a Japón-Corea del Sur, Miguel Bauzá, presidente interino de la ANFP, demoraba menos de 10 minutos en presentarse ante los medios de comunicación que esperaban alguna explicación por la debacle. En el ciclo siguiente, Reinaldo Sánchez no escabullía el bulto. Chile jugaba mal y terminó fuera de Alemania 2006.
Hoy el panorama es diferente. Milad y su directorio no dicen nada, más allá de una broma desubicada de un integrante de la mesa que, consumada la humillación, dijo que al menos no habría que pagar premios.
Ahí radica buena parte del problema. Si ese dirigente fuera del fútbol o hubiera mamado fútbol desde niño, jamás se le ocurriría decir tamaña estupidez en un momento de aflicción para un pueblo futbolero que observa cómo, antes de finalizar la primera rueda, la suerte de la Roja está casi sentenciada.
Con 30 puntos por jugar, las matemáticas y la tabla de posiciones llaman a la ilusión. También las segundas ruedas que Ricardo Gareca hizo en Perú. El sentido de realidad aterriza las expectativas. Hay que ubicarse sextos para clasificar, o séptimos para optar al repechaje. ¿Qué dice el registro para esos puestos? La clasificación al Mundial de 2002 dejó sexto a Colombia con 27 y séptimo a Bolivia con 18; en 2006, Colombia totalizó 24 y Chile 22; 2010 terminó con Ecuador 23 y Colombia 23; en 2018, Chile 26 y Paraguay 24; y en 2022, Colombia 23 y Chile 19. Con cinco puntos en ocho jornadas, con los rivales bien aspectados, sumar al menos 18 unidades es una quimera.
Los pecados se pagan. Reinaldo Rueda y Eduardo Berizzo intentaron ejecutar el cambio generacional, pero se encontraron con la férrea oposición de un medio que en su mayoría creyó que los futbolistas que nos dieron gloria eran eternos. Algunos de ellos tampoco ayudaron, transformándose en un obstáculo.
La derrota con Bolivia dejó otro tema preocupante. La evaluación de Gareca no fue lúcida. Si en Buenos Aires vio el partido que todos vimos, en Ñuñoa su análisis estuvo lejos de lo que pasó en la cancha. En su afán de no horadar la relación con el plantel, sostuvo que se fue conforme con lo ofrecido. Gabriel Suazo y Mauricio Isla sí acertaron con la evaluación. Los errores del técnico comenzaron en el planteo, al usar un volante (Erick Pulgar) y cinco atacantes (Darío Osorio, Carlos Palacios, Víctor Dávila, Ben Brereton y Eduardo Vargas). Luego, al sacar a Brereton, estibó la nave, pero el incendio ya estaba declarado. ¿Correspondía sacar al 22? La decisión iba por los interiores.
En momentos cruciales, Gareca tomó malas decisiones en la Copa América. Los cambios con Argentina, cuando puso a Nicolás Fernández en vez de Matías Catalán, y el ingreso de Marcos Bolados en vez de Brereton frente a Canadá, son dos ejemplos evidentes. Sin margen de error, es necesario que afine la puntería.