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Editorial
Jueves 05 de septiembre de 2024
La “ultraderecha” como excusa política
Se la agita como amenaza para justificar las más impresentables alianzas.
Fue a fines de la semana pasada cuando el Partido Socialista Español (PSOE) y Morena, el partido del Presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), suscribieron un acuerdo de colaboración mutua. La iniciativa contempla apoyo en procesos electorales y en actividades de formación y debates, pero según sus suscriptores —el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, y el presidente de Morena, Mario Delgado— el objetivo es mucho más ambicioso: se trata de impulsar políticas “progresistas” y de enfrentar a la ultraderecha a “ambos lados del Atlántico”. El acuerdo, en definitiva, da cuenta de una profunda confusión que parece estar afectando a las izquierdas socialdemócratas en distintas partes del mundo.
Desde luego, resulta desconcertante que una colectividad de sólida tradición democrática, como es el PSOE, suscriba un pacto de colaboración con un movimiento construido al servicio del proyecto de AMLO, un líder de rasgos populistas que ha buscado eliminar todos los contrapesos institucionales que pudieran obstaculizar sus iniciativas. De hecho, la suscripción del acuerdo se dio en los mismos días en que el Congreso debatía una reforma judicial —ya aprobada esta semana por los diputados— fuertemente cuestionada, porque arriesga acrecentar la concentración del poder en favor de Morena, mediante la elección popular de los jueces. AMLO, quien se apronta a entregar el cargo a Claudia Sheinbaum —en cuyo triunfo él jugó un papel clave—, intenta aprovechar su último mes para impulsar otras iniciativas que consolidarían aún más la hegemonía de su partido, como la eliminación de órganos autónomos que han sido fundamentales en la democratización del país, como el Instituto de Transparencia. Estas iniciativas, así como las actitudes de López Obrador en materias como la libertad de prensa o sus cuestionamientos a centros académicos, han encendido las alarmas de buena parte de la intelectualidad mexicana de centroizquierda.
Nada de eso, sin embargo, ha sido obstáculo para que el PSOE elija a Morena como suerte de socio político en Latinoamérica. Tampoco lo ha sido el vergonzoso posicionamiento de AMLO frente al fraude electoral venezolano: la amenaza de la “ultraderecha” justificaría pasar por alto todo aquello. Esto, por más que, con sus políticas, AMLO y Morena estén replicando justamente el modelo de figuras como el húngaro Viktor Orbán, repudiado por la izquierda como uno de los líderes de la extrema derecha europea y quien ha blindado su posición al lograr el dominio sobre los órganos de control del poder político. Es un sinsentido, cuando no un acto de grosero oportunismo, agitar, en nombre de la democracia, el temor a la “ultraderecha” —un término cuyo alcance se manipula y se extiende o estrecha a conveniencia— para legitimar tratativas con quienes, en los hechos, van destruyendo los pilares de esa misma democracia.
Dicha actitud, por cierto, no es exclusiva del socialismo español. Bien se observa en Chile, donde figuras como la expresidenta Bachelet recurren a similar retórica para justificar la continuidad del pacto entre el socialismo, el Frente Amplio y el Partido Comunista. O donde también el Presidente Boric, más allá de expresar su rechazo a la dictadura venezolana, no parece dispuesto a revisar su pacto con los aliados chilenos de Nicolás Maduro.