Era una charla futbolera que se refería al conocimiento que los jugadores y el público tienen de los reglamentos. Por ahí le dije que él, como industrial, no necesitaba saber de vacas para fabricar zapatos…
Mala idea.
En los siguientes quince minutos Abel Alonso me habló de vacas, de los diferentes tipos de crianza, de las características de los pastos que consumían y muchas cosas más que con el correr de los años ya he olvidado. Tampoco recuerdo si me habló del cuero de cordero, de cerdo y otros que se usaban y se usan.
Ahí tiene usted un aspecto que refleja con gran exactitud al dirigente que nos dejó en estos días: su atención totalmente enfocada en lo que le interesaba. Acucioso y despierto, despierto siempre. Perspicaz. Y si la perspicacia no alcanzaba, suspicaz. Llegaba siempre al fondo de lo que investigaba, aunque fuera sospechando.
Se cuenta que en Montevideo para un partido de Libertadores, en esos gloriosos años de la Unión Española, un tipo llegó al hotel donde se hospedaba el plantel y le ofreció conseguir que el árbitro, por mil dólares, cobrara un penal para los rojos. El presidente aceptó, con una condición: que el pito lo cobrara entre los 40 y los 45 minutos del primer tiempo y recibiría el doble. Por supuesto, el tipo no volvió a aparecer por el hotel.
Despierto, como le decía. Y tenía que serlo. Con apenas 15 años, emigrado desde la España del generalísimo Franco —el mismo que tuvo a su padre en la cárcel durante largos años—, llegó a Argentina, donde comprobó que ahí habían inventado “la viveza criolla”. Y de allí a Chile, en 1951. Con su padre, recién liberado por la dictadura franquista, y la familia.
Veinte años más tarde ya era un personaje en el área futbolística y en la empresarial. En la sociedad chilena se empezó a saber de la existencia de Somorrostro, un pueblo de Bilbao. Y de un vasco peleador que venía de allá y que fabricaba zapatos. Habría más rubros industriales, como el aceite y la gastronomía (con el fino restaurante “J. Pascual”), pero en la retina del público quedaría grabado como fabricante de calzado, en lo que había comenzado modestamente como empaquetador de una tienda de calzados Mingo.
Al fútbol llegó como dirigente de Unión Española, encabezando los años dorados del club entre 1970 y 1978, campeón de Primera División 1973, 1975 y 1977. También subcampeón de la Copa Libertadores 1975.
En 1979 llega a la presidencia de la Asociación Central de fútbol con el desafío de llegar al Mundial de España en 1982. Alonso dedicó todo su esfuerzo a la selección nacional, haciendo decir que “le importaba volver a España como triunfador”. Llegó, pero el seleccionado cumplió su peor campaña en una Copa del Mundo.
Volvió a la presidencia en 1989. Ejerció en medio de importantes crisis con serenidad y sin los conflictos del período anterior.
Mañana juega la Roja en el rumbo a otro Mundial. Un triunfo sería el mejor homenaje del fútbol a un apasionado de la selección. Y un punto también…