Hace una semana se hablaba en esta columna de futbolistas veteranos, algunos de ellos en actividad hasta los 40 y más. Algo que no debe sorprender, pues la expectativa de vida es cada vez más alta para la población mundial.
Uno de ellos, el más prestigiado y premiado de todos, ha optado finalmente por el retiro. Lo anunció el lunes Claudio Bravo. No va más. Lo que viene es la vida familiar y lo que al retirado se le ocurra hacer. ¿Seguir en el fútbol? Puede ser como entrenador, preparador de arqueros, dirigente (presidente de la ANFP, por ejemplo), dueño de algún club (si lo aceptan siendo chileno) o representante de jugadores (si lo aceptan siendo honrado). Las opciones son muchas.
También puede seguir en actividades distintas. Un emprendimiento encabezado por Bravo prácticamente no necesitaría publicidad. Videojuegos de fútbol, equipamiento (guantes de arquero, rodilleras y etc.), fábrica de tacataca, balones inatajables, chuteadores con pase incluido. Las posibilidades son innumerables.
¿Y en la política? Ahí quién sabe, porque todos entendemos que Bravo no miente y así, cómo haría carrera… Difícil.
Los números de sus éxitos también parecen gigantescos. Nada menos que 150 partidos jugados por la selección, entre ellos los que nos llevaron a ganar dos Copa América y llegar a dos mundiales. Capitán eterno del seleccionado. ¿Quién lo iguala? Nadie.
¿Y quién se le acerca como mejor arquero histórico? Nadie. Muy atrás quedaron todos los que en algún momento pudieron disputarle ese título.
¿Que tuvo desencuentros durante su carrera? ¿Y quién no?
Se ha despedido en un gran momento. Si bien no estaba jugando, podría haber seguido, volviendo a Chile para despedirse y seguir cobrando, como hacen otros, estirando el tiempo, aunque no la eficiencia perdida. Además, Bravo demostró su calidad hasta el final, según se vio en sus últimas actuaciones. En su despedida hay también decencia.
También vivió momentos duros, tan propios de una carrera de tan alta exposición y riesgo como es el cuidado del arco. Julio Rodríguez, considerado su formador, recordó en entrevista con la radio Bío-Bío que su resiliencia estuvo a prueba siendo muy joven en alguna derrota con un error suyo y se ganó opiniones durísimas sobre su futuro. “Verán que estaban equivocados”, dijo ese día. Rodríguez lo atribuye a su capacidad de recuperación y voluntad.
Solamente una cosa falta en este momento: una despedida acorde con su carrera y los servicios prestados al fútbol del país. Se la merece más que muchos. En el Nacional, a estadio lleno, con un gran espectáculo y un partido significativo. Con la recaudación para una organización de beneficencia, como la Teletón. Estoy seguro de que al gran capitán le encantará una despedida así.