Manejar de Málaga a Sevilla recuerda algo a Chile. Con la vegetación del Mediterráneo, uno se siente recorriendo casa, y las carreteras ayudan a la semejanza. Cada curva, túnel o cuesta recuerdan ese gozo inicial de conducir por un país que apostaba a ser desarrollado, con inversiones en infraestructura de otra liga (obras realizadas, en parte, por empresas españolas).
El arribo a Sevilla genera nostalgia. Cómo olvidar el iceberg de la Expo '92. Trasladar un pedazo de hielo miles de kilómetros y mantenerlo en un pabellón temperado por semanas, una locura. Solo un país grande podría hacerlo. Bueno, Chilito lo hizo y el sevillano lo recuerda. “Vamos, era el mejor estand. Estaba además muy fresco, nos refugiamos de la calor allí”, comenta un taxista. Y agrega: “Tío, y además Zamorano, ¡qué hambre de gol de ese chaval!”. Claro, cuando se forjaba la institucionalidad que transformaría a Chile en ejemplo de prosperidad por décadas, el temible Iván la rompía en el monumental Ramón Sánchez-Pizjuán. Qué tiempos aquellos.
Y si hablamos de monumentos, Sevilla los tiene de sobra. Uno favorito es el Real Alcázar. Con siglos de historia, la fortaleza guarda secretos desde que los romanos regían esas tierras. No voy a entrar en los detalles de las decoraciones que buscaron competirle a la Alhambra. Sí me voy a detener en un cuarto que trae al Chile actual de nuevo a la cabeza: el Salón de los Tapices. De sus muros cuelgan gigantescas telas que describen la jornada militar del rey Carlos V que significó la incorporación de Túnez a su reino en 1535. De todas, la primera se destaca.
El contexto: En el siglo XVI era sabido lo difícil que era conquistar tierras en el norte de Europa. Por el contrario, tomar territorios en África era poco desafiante por la falta de resistencia. Entonces, el rey algo tenía que hacer para subirle el pelo a un logro que todos considerarían mediocre. Tuvo la brillante idea de pedir a los artistas responsables que el primer tapiz exhibiese esa parte del mundo patas arriba. Es decir, en lo alto África y abajo Europa. Dicho y hecho. El observador queda con la falsa impresión de que Túnez está al norte de España. Todo para convencer que la suya había sido una gran hazaña. Truco comunicacional para ganar apoyo con mínima dignidad.
¿Qué tiene que ver eso con Chile? Se inicia un ciclo electoral distinto a los vividos desde el retorno de la democracia, uno definido por una certeza: el país está estancado. Sin grandes obras que celebrar, sin iceberg, sin ídolos que admirar, nos contentamos cuando el PIB crece un poquito más de 2%. Triste. Obviamente, hay responsables y en las próximas elecciones insistirán con ideas que nos tienen frenados.
Con toda la evidencia acumulada (¿vio el derrumbe de inversión?), uno creería que sus éxitos serán acotados. No estoy tan seguro. Piense en Carlos V, el adelantado. Le bastó dar vuelta un mapa para ofrecer la mediocridad como un gran logro. ¿Se lo imagina con redes sociales? Seguro encontraría la forma de convencer que su país avanza a pesar del retroceso producido por ideas realmente patas arriba.