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Editorial
Sábado 24 de agosto de 2024
Enseñanzas de un nuevo delito
El funcionamiento de las policías requiere buenos diseños institucionales, incluyendo mejores controles internos.
H ace algunos años, sectores de izquierda sostuvieron irreflexivamente la necesidad de refundar las policías. Incluso, varias voces creían que había que terminar con las actuales y crear otras nuevas. Esa mirada, una vez que llegaron al gobierno y enfrentados a una crisis de seguridad ciudadana de proporciones, se diluyó completamente. Es razonable que la demanda por refundación se haya pulverizado. Carecía de todo sentido, atendido el demostrado profesionalismo de nuestras policías y su positiva evaluación comparada. Por cierto, esto no significa que ellas no deban reformarse en algunas dimensiones y, en otras, incorporar mejores prácticas. En esa dirección, es una lástima que, como consecuencia de esa mirada inicial tan ideológica y no fundamentada sobre nuestras policías, se haya perdido la oportunidad, más allá de algunos esfuerzos aislados, de una reflexión profunda sobre aspectos en su funcionamiento que deben repensarse.
Las debilidades emergen, en varias ocasiones, a propósito de situaciones delictivas que están ocurriendo frecuentemente en el país. Un ejemplo reciente surge del asalto a la empresa Brinks en Rancagua, el pasado 16 de agosto. El 29 de julio, un detective de la PDI habría sido alertado por un informante ocasional de que se estaba preparando un asalto a una empresa de valores. Informó de este antecedente a su superior, el prefecto provincial, quien no habría reaccionado mayormente a este reporte. Se ha puesto ahora fin a sus servicios y los hechos se encuentran bajo investigación por parte del Ministerio Público. Hay diversas hipótesis para explicar la actuación del prefecto y habrá que esperar el término del proceso para clarificarlas.
Con todo, en momentos en que se advierte que los patrones delictivos han cambiado y que el crimen organizado tiene un papel mucho más central en la delincuencia y el narcotráfico —uno de cuyos impactos eventuales es la “captura” de funcionarios policiales—, resulta indispensable que estos cuerpos cambien sus prácticas y su funcionamiento institucional. En este aspecto en particular, y más allá de las jerarquías existentes para el buen funcionamiento de las policías, es evidente que la información sobre un hecho de esta naturaleza (es sabido el impacto de delitos contra empresas de valores) no puede quedar delegada en una sola persona. Según la experiencia comparada, en general, la información se comparte al interior de un equipo. Eso obliga a una inmediata apreciación del dato recibido y se toman las decisiones que correspondan de manera oportuna. Se evitan, además, los consabidos riesgos que trae consigo el crimen organizado o la incorrecta evaluación a cargo de un único funcionario.
El funcionamiento de las policías requiere buenos diseños institucionales, incluyendo controles internos más estrictos de la actuación policial, y mejores prácticas. Así, es evidente que se requiere una reflexión más profunda, alineada con los cambios en la naturaleza de los crímenes que estamos observando.