La tristeza profunda de ver a un pueblo hermano sometido, por ahora, a una grotesca dictadura debe convertirse en oportunidad de análisis y de toma de decisiones.
Han sido varias las situaciones que nos han ayudado a acortar la lejanía física que tenemos desde acá, tan lejos, respecto de la realidad venezolana.
Fue la insurrección violenta de octubre de 2019 la primera señal. Nos dijeron que las pruebas estaban, pero nunca nos las comunicaron. En todo caso, ¿cabe alguna duda de que el castro-chavismo incendió nuestras ciudades en colaboración con sus “soldados” chilenos? Y pocos meses atrás, el secuestro, tortura y asesinato del teniente Ojeda volvió a remecer nuestra conciencia sobre las brutales capacidades que el régimen de Maduro exhibe fuera de sus fronteras. En nuestro territorio soberano, nada menos.
Hasta ahí, ya sabíamos que el PC chileno apoyaba a la dictadura chavista y que no estaba dispuesto a reconocer ninguno de sus crímenes, pero el fraude electoral ha venido a confirmar que nuestros marxistas son una de las máximas expresiones mundiales de la solidaridad con el mal.
Gracias a Carmona, Lagos y demás compañeros, sabemos que el apoyo al fraude electoral no ha admitido matices en el comunismo chileno. Cuando Carmona afirma “no tener otra alternativa” que validar el resultado oficial y que a él “le toca validar el procedimiento”, nos pone de frente a la realidad de lo que el marxismo ha significado en el mundo y, en concreto, en nuestra América y en Chile.
Hay una gran simpleza en las palabras de Carmona, pero su trascendencia es enorme, porque de ellas puede deducirse que cualquier forma de marxismo expresa cuatro dimensiones que configuran al comunismo como la peor manifestación del mal que hasta ahora haya presenciado la humanidad: son la soberbia, la mentira, el odio y el fracaso.
La soberbia, que los hace presentarse siempre como iluminados, como una especie de casta separada de iniciados que no proponen tesis al debate racional, sino que recuerdan proposiciones ya recibidas desde lo alto del dios Marx. Una religión al revés, nos han dicho sus críticos.
La mentira, que en sus labios adopta cualquier forma retórica según lo que “deben decir”, no según lo que las cosas son. ¿Por qué proceden de modo tan antinatural? Precisamente por exigencia de una estructura para-racional que los obliga. De lo contrario, un dirigente puede pasar del desviacionismo a la calidad de enemigo del pueblo. Y eso trae por consecuencia la purga y la persecución de quienes fueron sus compañeros en el partido.
El odio, que se formula siempre como la adecuada respuesta a quienes habrían odiado primero: los opresores, los capitalistas, los burgueses, los privilegiados. ¡Muera el fascismo!, gritó el embajador venezolano al retirarse.
El fracaso, porque en sus palabras no hay nunca un tono de optimismo, ni una cifra de progreso, sino la continua constatación de que la dura realidad demuestra la falsedad de sus tesis y la torpeza de sus políticas.
No debe mirarse, por lo tanto, la triste situación de Venezuela pura y simplemente como el drama de millones de personas acosadas a diario por el mal. Eso es mucho y muy grave, y es lo que exige rechazo frontal al fraude y solidaridad internacional con el drama.
Pero, una vez más, no debe dejarse pasar esa tristísima experiencia sin usarla para escarmentar en cabeza ajena. Chile tiene el “privilegio” de contar con un Partido Comunista que hace muy fácil el aprovechamiento de la lección. Quienes no la aprendieron 50 años atrás, tienen hoy una segunda oportunidad. Y para quienes por su juventud no vivieron esa experiencia… que sea Venezuela su cátedra magistral.