En el inicio de la segunda parte del torneo nacional no solo hay que fijarse en los que luchan por la gloria del título o por la opción de llegar a un torneo internacional, sino que hay que atender también lo que pasa en las posiciones de retaguardia, donde la batalla por la permanencia es más dramática que la que se vive en la parte alta.
No es fácil manejar el estrés que impone la lucha por no descender. Cada partido, cada punto ganado y perdido, cada decisión arbitral polémica, cada error propio es para los jugadores y entrenadores un elemento que va sumando tensión que, si no se sabe manejar, termina por devorar y liquidar. Por ello es que acá el apoyo profesional aparece no solo como una simple ayuda, sino que como un elemento trascendental: un psicólogo deportivo debe activar los niveles de autoconfianza de los DT y de sus dirigidos y, a la vez, controlar la ansiedad exacerbada de aquellos.
Cierto. No hay receta infalible ni charla mágica que le dé a un jugador la capacidad de resolver a la perfección en la cancha. Pero sí es verdad que en el deporte, cuando se saben manejar elementos mentales, se puede elevar el nivel de competencia e incluso lograr ese plus necesario para alcanzar la victoria.
Nicolás Massú, Fernando González y ahora Francisca Crovetto son paradigmas del deporte chileno en ese sentido.
En el fútbol doméstico, si bien aún pueden pasar muchas cosas, pareciera que ya se cortó la tabla y que hay un grupo definido de equipos que deberá pelear en los próximos meses por huir de los últimos dos lugares que condenan al descenso a Primera B y, por tanto, serán focos de atención en su forma de enfrentar este nervioso trance: Cobresal, Copiapó, Cobreloa, Audax, Huachipato y Unión La Calera convivirán con la espada de Damocles y deberán exponer no solo sus condiciones técnicas sino que también mentales para escapar de un fracaso deportivo.
Cobresal y Copiapó tienen una ventaja por sobre el resto: hasta ahora sus entrenadores (Gustavo Huerta e Ivo Basay) han sido confirmados y ese voto de confianza les da la opción de mantener estabilidad en sus planteles. La contra es que el juicio puede variar si en las próximas fechas no se dan los resultados esperados.
El caso de Cobreloa es distinto. Cambió DT y se la jugó por uno que toma decisiones en función del objetivo por el cual se le contrató (Dalcio Giovagnoli). Pero es un club que tiene dos problemas: siente que su realidad de antaño lo obliga hoy —con condiciones distintas— a ser protagonista, y aún no puede desconectarse emocionalmente de la dura experiencia vivida en la Primera B.
Audax y Huachipato, en tanto, son una incógnita. Con entrenadores nuevos, Juan José Ribera e Igor Oca, es una apuesta lo que exhibirán, porque Ribera ha tenido buenas y malas como DT y el español ha tenido hasta ahora una carrera solo discreta.
De todos los comprometidos, el más impredecible es Unión La Calera. Hoy va último y es el menos estructurado de los que juegan en Primera, pero como es un club manejado con criterios transaccionales y posee un staff de jugadores y entrenadores en su cartera a los que puede echar mano para intentar solucionar urgencias, puede que termine manteniendo la categoría.
Quién sabe. Todo puede pasar en la batalla por evitar el cadalso.