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Día a día
Sábado 03 de agosto de 2024
Intruso
La Academia define este adjetivo, aplicado a un alguien, por cierto, como aquel “que se ha introducido sin derecho” y también como “detentador de algo alcanzado por intrusión”. Esta última palabra, por su parte, es acción y efecto de “intrusarse”, que se aclara como “apropiarse, sin razón ni derecho, de un cargo, una autoridad, una jurisdicción”, lo que le da al mentado adjetivo un alcance más amplio.
Entre nosotros, el Diccionario del uso del español de Chile explica “intrusear” como “registrar algo sin permiso o derecho”; y en los ejemplos de uso que da apunta a la acción de inmiscuirse o husmear en lo ajeno.
A veces pienso que esta actitud es un verdadero mal patrio, junto con la curiosidad, el chismorreo y las habladurías. Y es que muchos de los nuestros la practican como deporte o rutina habitual. Pero lo que más llama la atención es que en no pocos casos se trata de un impulso irrefrenable: querer saber e inmiscuirse en los recovecos de otros sin control o medida. ¿Por qué?
Además, ¿con qué derecho lo hacen? La vida privada es eso, “privada”; o sea, algo particular y personal de cada individuo, y que no es de propiedad pública.
Se me viene a la memoria esa frase del Evangelio que reza: “¿Por qué miras la paja en el ojo ajeno y no ves la viga en el propio?”. Algo de eso también hay. O se vincula.
Bueno sería aprender a ser más comedidos, más respetuosos, incluso más sinceramente amigos de la libertad. Y es que no pocas veces el intruso, en el fondo, en lo que no cree es en la libertad.
B. B. Cooper