Existe en el medio nacional el convencimiento de que un torneo nacional es bueno en la medida en que los llamados equipos “grandes”, es decir, Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica, estén en la pelea por el título.
No es verdad.
Varios buenos campeonatos chilenos han tenido la ausencia de uno, dos o hasta de estos tres equipos en la pelea por la corona (cómo olvidar, por ejemplo, el de 1976 con Everton y Unión Española como protagonistas de una dramática definición), por lo que la sentencia no pasa de ser un clisé.
Los torneos son buenos en la medida en que haya competencia y que esta sea de cierto nivel en lo futbolístico.
El actual torneo tiene solamente lo primero. Los tres grandes son los escoltas acosadores del excelente Coquimbo Unido de Fernando Díaz, escuadra que, pese a que perdió en el receso a su principal figura (Luciano Cabral), tiene un patrón de juego que le da, por ahora, argumentos para pensar que estará hasta el final en la lista de los aspirantes. Los nortinos juegan a algo, tienen una forma y la llevan a cabo, les resulte o no.
Pero falta que los otros equipos que están en la pelea tengan lo mismo y que sepan expresarlo. Porque si bien tanto Colo Colo como las universidades también están en esa nómina, es un hecho que ninguno de esos tres equipos, por ahora, exhibe un gran nivel futbolístico. Carecen de un ideario.
Derechamente, no juegan bien, porque sus entrenadores no han logrado armarlos. Y, a ratos, verlos jugar es un suplicio.
La U ha sostenido claramente su campaña 2024 desde la idea de las formas más que del fondo. El DT Gustavo Álvarez tiene la convicción de que la eficacia tiene su punto de partida en la buena conformación de la estructura defensiva y que si ella ofrece solidez, se puede aspirar a que los definidores aprovechen alguna de las oportunidades que ellos mismos puedan crearse.
Universidad de Chile es un equipo reactivo. No propositivo. Se basa más en lo emocional que en lo técnico-táctico. Y eso no aventura solidez permanente, sino que puras sinuosidades.
La Católica enfatiza mucho hoy el individualismo por sobre una idea más o menos clara en lo colectivo. Thiago Nunes ha tenido los mismos problemas que su antecesor Nicolás Núñez para armar un equipo de principios sólidos. Zampedri, Tapia y antes Aravena han sido durante todo 2024 los elementos salvadores que con sus calidades personales han tapado lo mal que ha jugado y juega la UC desde el punto de vista de la propuesta que, se supone, quiere establecer.
¿Y Colo Colo? Anda por las mismas. El DT Jorge Almirón le ha buscado la vuelta para llegar a su ideal de juego, pero no lo ha encontrado. No logra aún establecer identidad y los albos terminan siempre a expensas de acertar una jugada o no fallar ante lo que le expone el rival. Y eso es poco para un equipo que aspira a campeonar.
Hay que decirlo. El torneo, sin duda, pese a los protagonistas estelares que tiene, está lejos de ser uno para estar orgulloso.