En la elección presidencial norteamericana, hasta ahora, predomina con éxito una campaña del terror. El desprecio de Trump por el Estado de derecho, sumado a su atrabiliaria personalidad, facilitó a sus adversarios desplegar una campaña destinada a aterrorizar a los votantes por el eventual triunfo del expresidente.
Para Biden, Trump constituía un peligro mortal para la democracia. Su oponente no fue capaz de reconocer siquiera los resultados de la voluntad popular. Con todo, la debilidad de Biden impidió convencer de tal riesgo a la mayoría del electorado. Su sucesora, Kamala Harris, sin los deterioros físicos y mentales de Biden, ha refinado ese argumento. Para hacerlo más convincente, sostiene que Trump más bien es un peligro para las libertades. Con ello incluye los derechos reproductivos, en particular el aborto, causa popular en Estados Unidos. Así como para Trump, luego del intento frustrado de asesinato, su consigna es luchar, luchar, para Kamala, la suya, desde su primer video y acto de campaña, es libertad, libertad, acompañada de la canción de Beyoncé de idéntico título.
Nancy Pelosi, a sus 84 años, aparentemente retirada el año pasado, después de más de 40 en la Cámara de Representantes y sobre una década líder de los representantes demócratas, recurrió a la campaña del terror. Desde esa perspectiva, consciente del deterioro de Biden, alertada por las encuestas favorables a Trump y la posible repercusión de un eventual triunfo de este en la derrota de parlamentarios y gobernadores demócratas, Pelosi fue instrumental para forzar la renuncia de Biden a su candidatura presidencial y reemplazarlo por Kamala Harris, la solución menos humillante para el mandatario, por haberla elegido vicepresidenta, y capaz de lograr financiamientos y unidad partidaria. Aprovechando su indiscutida influencia, Pelosi atemorizó al propio Biden por su responsabilidad en una probable derrota. Antes impulsó el miedo para generar la presión insoportable de expresidentes, parlamentarios, donantes y dirigentes de su partido en favor de la renuncia de Biden. Es probable que el miedo haya estado también presente en los asesores directos y círculo cercano de Biden, conscientes de su responsabilidad en haber ocultado sus discapacidades cognitivas y riesgos de un deterioro progresivo.
El terror, útil para provocar la renuncia del Presidente Biden, no es garantía del triunfo de Kamala Harris, que depende de una variedad de otros factores, desde su elección de quien la acompañará en la Vicepresidencia, y principalmente, de su agenda y capacidad para enfrentar a Donald Trump, manipulador de excelencia. El terror hay que administrarlo con cuidado, muchas veces es un mal consejero y no hay aún evidencia de las capacidades de Kamala, hasta ahora asociada a la impopularidad de Biden y de bajo desempeño en la vicepresidencia.