La lógica Conmebol es especial. Organiza la Copa América, con campos de juego lamentables, incluso de dimensiones no habituales —aunque reglamentarias— para la alta competencia, pero deja fuera de combate al “Ester Roa” de Concepción.
Es un doble estándar que no sorprende, porque, al fin y al cabo, nuestra confederación refleja al tercer mundo. Lejos del fútbol desarrollado, con el personalismo desatado de Alejandro Domínguez en la presidencia, pocas veces cayó mejor la metáfora de que “el que pone plata pone la música”. Esa es la cruel realidad del fútbol sudamericano, donde Chile no juega.
El rol de la federación local es decorativo. La administración de Pablo Milad carece de peso, es incapaz de plantear que representa a un país que organizó un Mundial adulto, uno Sub 20, uno Sub17, uno Sub 20 femenino y se apresta a recibir a 23 selecciones en la cita ecuménica de 2025.
A esta altura forma parte de la rutina que los clubes chilenos no sepan dónde van a ejercer su localía en los torneos internacionales. No existe infraestructura suficiente. Tampoco es que se pidan los estadios de la Eurocopa. Solo se exigen buenos pisos y luces adecuadas para la televisión. Cuestiones tan simples, en un negocio que mueve fortunas, se transforman en un acertijo.
La lista de eventuales recitales para 2025 en el Estadio Nacional anuncia que la programación no será fácil. Se asegurará a la Roja, pero sabemos que para el Mundial Sub 20 Ñuñoa tiene que cerrarse. Lo mismo sucedería en el “Elías Figueroa” de Valparaíso, “El Teniente” de Rancagua y el Fiscal de Talca.
Se requerirá generosidad, pero también planificación para armar el fixture del torneo oficial, sin considerar que en algún momento la mesa de Quilín tendrá que dialogar con los ejecutivos de Warner Media, luego de la categórica derrota en el arbitraje de la Cámara de Comercio de Santiago. Estirar el conflicto, apelando a la justicia ordinaria, solo asegura abultar la cuenta corriente de los estudios de abogados litigantes.
El sábado en Santa Laura recién escuchamos una voz oficial. Juan Tagle, timonel de Universidad Católica, integrante de la comisión TNT, reiteró los argumentos que llevaron al fútbol a la derrota en el arbitraje. Apuntó a que el preacuerdo de Sebastián Moreno era mucho más perjudicial que el fallo que conocimos hace dos semanas. Obvió que el expresidente de la ANFP solo habló por las seis fechas restantes de la temporada 2019, abortada por el consejo de presidentes, que miró la tabla de posiciones y selló el año. El grueso del problema, los seis meses de pandemia, en que siempre hubo pago, es responsabilidad de la mesa de Pablo Milad y los dirigentes que avalaron la lógica de “irse a los combos”.
Un detalle no menor: cuando se lee el fallo, da la impresión de que los abogados de Warner no presentaron como argumento la sentencia del tribunal patrimonial de la ANFP, que ante la demanda de San Felipe y Puerto Montt determinó que la programación de partidos respondía a Quilín y no había obligatoriedad de transmitir todos los cotejos.
Todo esto mientras ayer el Cuerpo B de este diario resumió el más que sombrío panorama de las finanzas de Quilín.