¿Preferimos un PIB más bajo, pero ingresos más parejos, o un PIB más alto y mayor desigualdad? Es un dilema tradicional de política pública.
En la política educacional, este dilema es entre tener un nivel de capital humano promedio más alto, o uno menor, pero más igualitariamente repartido. Esto es, seguramente, lo que se quiso decir con la expresión “hay que bajarlos de los patines”. En Bachelet II se optó por una norma que buscaba eso. Dicha política (exagerando un poco) tiene como objetivo que en cada aula haya representantes de cada estrato social, de cada nivel de inteligencia, de cada capacidad de control de comportamiento.
Se pensaba que de esa manera el sistema educativo tratará a todos por igual y no será fuente de diferencias entre las personas. Pero el problema es que los niños ya llegan al sistema educativo con diferencias. Y es sabido que, muchas veces, tratar igual a los desiguales es una forma de discriminación. De hecho, la política social se basa justamente en tratar de manera desigual a los diferentes. Por ejemplo, ayudar más a los pobres que al resto.
Voy a poner el acento en una sola diferencia, que no es la más comúnmente analizada, pero que es ilustrativa. Supongamos que cada persona está caracterizada por una capacidad de interrumpir la clase, ya sea por mal comportamiento o por hacer preguntas malas (preguntar algo que toda la clase sabe, porque estaba distraído). Estas preguntas son malas en el sentido que le hacen perder tiempo a los compañeros no distraídos. Estas interrupciones, en el lenguaje del economista, son una externalidad negativa sobre los compañeros. Cada interrupción injustificada hace que los compañeros aprendan menos y se reduce el capital humano que se produce.
Entonces tenemos niños que hacen cero interrupciones; otros, una; otros, dos, etcétera. Al agrupar a una muestra aleatoria de los niños, en cada aula tendremos niños que generan los diferentes niveles de interrupciones.
Veamos los resultados de esta política a través de un ejemplo. Tenemos 100 niños y 10 aulas para repartirlos. Entre esos 100 niños hay 10 que interrumpen con malas preguntas dos veces por clase (los otros no interrumpen). Si ponemos uno de esos 10 niños en cada una de las 10 aulas, logramos maximizar el daño posible de aprendizajes, pero el daño estará repartido equitativamente entre todos.
Supongamos que cada interrupción disminuye en 20% los aprendizajes. Tendremos a toda la población con 60% de aprendizaje. Nivel de capital humano bajo, pero distribución equitativa.
Hay una política diferente, muy simple, y que logra mayor capital humano, pero con mayor desigualdad. Si ponemos a los 10 niños que interrumpen en una misma aula, tenemos 9 aulas en que se aprende 100% y un aula en que se aprende 0. Nivel promedio de capital humano 90. Nivel alto, pero distribución menos equitativa.
Pero hay políticas que logran obtener más capital humano con más equidad. Si suponemos que hay técnicas de enseñanza más aptas para que aprendan aquellos que interrumpen o se distraen, y que hay escuelas especializadas en dichas técnicas, entonces la aleatoriedad empieza a perder todo sentido. El objetivo debiera ser hacer un match entre tipo de estudiante y técnica de enseñanza.
Puede verse, por otro lado, que si este fuera el único problema, la política pública debiera ajustar el tamaño de la clase a la cantidad de alumnos que interrumpen que hay en el aula. Si hay muchos, es mejor un tamaño pequeño, pero si no hay ninguno, el tamaño óptimo es más grande. En el ejemplo anterior sería posible poner a los 90 alumnos bien comportados en una única aula y a cada uno de los otros en su propia aula, donde sus interrupciones no generarían externalidades (sé que nos falta un aula, pero, como dije, es una ilustración). Esta política, dándoles a los diferentes, diferentes recursos, es la que logra el óptimo. Sería posible acercarse mucho al máximo de rendimiento.
El sistema ideal es uno en que hacemos un match entre tipo de alumno y tipo de escuela, y en que tratamos a los distintos de manera distinta. Hoy por hoy la aleatoriedad del sistema de asignación no permite que esto sea posible.
Claudio Sapelli