“Hombre muerto caminando” tituló una áspera columna sobre las irreversibles dificultades del Presidente Joe Biden para sostener su candidatura a la reelección. Y no se trata del único fatídico titular. Se suceden crónicas, editoriales y entrevistas de personalidades y referentes con similar opinión.
No es muerte súbita. Muchos, en sus intercambios con el mandatario, debieron conocer sus graves limitaciones y las ocultaron en función de sus intereses de usufructuar del acceso al poder de Biden, o por la conveniencia de competir con un adversario debilitado. Cercanos y opositores nos engañaron por algún tiempo.
El encubrimiento antes era posible. El Presidente Wilson, afectado por infartos cerebrales ocultos en su severidad, pudo finalizar su período, en lo que se llamó “gobierno de enaguas”, dirigido de facto por su cónyuge. Pero eso ocurrió hace un siglo, cuando no existía la televisión y tampoco el exigente escrutinio de los otros medios de comunicación.
Lo agraviante es el ocultamiento de las dolencias de Biden hasta que, en el debate con Donald Trump, centenares de millones de televidentes fuimos testigos de flagrantes confusiones, balbuceos y vacilaciones del Presidente, incapaz de rectificar y descalificar a Trump por sus vulnerabilidades y falsedades, imposibilitado de destacar sus propias realizaciones, de proyectar su agenda y defender los intereses de los Estados Unidos.
La indefinición sobre el futuro de Joe Biden crea divisiones entre los demócratas y distrae de las acusaciones que pesan sobre Trump por sus conductas criminales, despropósitos, abusos y excesos.
Inevitable es la renuncia de Biden. Sus dolencias no admiten mejoría, al tiempo que la presión comunicacional será cada vez más intensa y atenta a la muy probable repetición de sus desaciertos.
Mientras más dilate su renuncia, más beneficiado será Trump. En el breve intermedio, hasta las elecciones del 5 de noviembre, aumentarán las tensiones entre los interesados en reemplazar a Biden y menos tiempo tendrán para organizar una candidatura competitiva.
Del engaño del que hemos sido víctimas sigue el autoengaño del Presidente Biden. Parece convencido de estar en la plenitud de sus facultades, ser el único capaz de vencer a Donald Trump y con capacidades “para gobernar el mundo”, como sostuviera en su entrevista, la primera después del debate, con George Stephanopoulos.
El entrevistador demócrata, de reconocida trayectoria y prestigio, después del encuentro con el Presidente, bajo reserva violada por su confidente, afirmó lo que es vox populi: “Biden no puede seguir en el cargo por otros cuatro años”.