El MetLife Stadium está en Nueva Jersey, donde se dice que nació la mafia estadounidense. Hoy es un lugar seguro, aunque el índice de criminalidad ha aumentado en los últimos años. No sé cómo se han movido las estadísticas durante junio, pero no creo que alcanzara a contabilizarse el arbitraje del uruguayo Andrés Matonte. Cuando aparezca, se verá que ha aumentado en el rubro “Robo”, que hasta antes de la Copa América era de 16,673% y debe haber subido mucho luego del 1-0 de Argentina sobre Chile. En Orlando, en cambio, el atraco a mano armada es de un 51%, bastante alto para la sede de Disney World, y ahí fue donde nos robó el colombiano Wilmar Roldán, armado con un pito.
Con todo respeto, no me vengan con historias. Nos robaron. No creo haber usado estas palabras en más de 60 años de ejercicio del periodismo, pero nunca había visto algo tan escandaloso en el arbitraje desde la primera final de la Libertadores 1973, cuando a Adolfo Nef lo empujaron hasta dentro del arco para el empate de Independiente. (“Era tanta la impotencia”, recordaría Mario Galindo, “que Guillermo Páez le pegó una patada en el poto a un argentino cuando iba celebrando”).
Chile no tiene gol, es cierto y es antiguo. Si me permite, es de siempre y las excepciones son relumbrones aislados, gracias a los que tenemos goleadores de campeonatos sudamericanos y a que tenemos hoy a un artillero de fuste en Eduardo Vargas, que esta vez no marcó (bueno, Honorino Landa, gran metegoles de los años 60, fue a dos mundiales y no hizo ninguno).
Chile no tiene formación de jugadores. También es de siempre, aunque ahora es peor que nunca, porque el fútbol nuestro está dirigido por negociantes dedicados al corretaje de jugadores, que además son propietarios de clubes y, por lo tanto, es la venta y no la formación de futbolistas lo que les interesa.
Los negociantes son mayoritariamente argentinos y han conseguido, así, transformar a la ANFP en una sucursal de la AFA bajo la mirada complaciente de su presidente, Pablo Milad, al que tampoco consideran las asociaciones futbolísticas internacionales. Soy aficionado al tango (especialmente si lo canta Julio Sosa, aunque nació en Uruguay) y Buenos Aires tiene un encanto inigualable. Pero esta invasión futbolística no me gusta.
Todo es cierto, pero los robos también lo son. Y son importantes.
Matonte dejó seguir a Rodrigo de Paul después de una falta sobre Gabriel Suazo que era para expulsión inmediata y más tarde le mostró amarilla… a Suazo. Matonesco amedrentamiento. Yo no sé qué habría pasado si procede a expulsar a De Paul, pero considerando que Argentina consiguió el gol en el último minuto, y en un notorio offside que validó el VAR de los cómplices de Matonte, quién sabe qué pudo pasar. Es muy difícil sostenerse con un jugador menos.
Lo de Roldán está en la misma categoría. Debió expulsar al canadiense Bombito a los 4 minutos por golpear en el rostro, sin estar en juego la pelota, a Rodrigo Echeverría. Y, como su socio Matonte, a los 25 expulsó a Suazo por una falta discutible. El colombiano ha ido más lejos y a días del partido ha tratado de explicar su cobro. Tal vez con la misma expresión burlona del partido.
La selección chilena, equipo en formación tras el fin de la “Generación Dorada”, puede perder con cualquiera y puede ganarle a cualquiera. Es posible que vuelva a tener gol y dirigentes respetables, pero, mientras tanto, no nos roben.