Las derrotas y las decepciones tienen muchas explicaciones y suelen buscarse en elementos que pueden ser importantes para entender situaciones puntuales, pero irrelevantes para encontrar respuestas profundas.
No hay que confundirse. Si se quiere ser más certero en el análisis, más preciso en las conclusiones, hay que dejar de lado lo accesorio e indagar en lo relevante.
Visto así, la causa de eliminación de Chile en la Copa América está en la ineficiencia futbolística del equipo para resolver situaciones. Y no en otra cosa.
Que una escuadra no haya convertido goles en tres partidos, que sus delanteros no hayan siquiera tenido remates al arco, que no fuera capaz de generar más que un par de situaciones de gol a través de un juego asociativo y ninguno por inspiración personal, o a través de una pelota parada, habla de la incapacidad colectiva e individual que resiente cualquier ilusión de éxito competitivo.
Es cierto que los arbitrajes que tuvo la Roja y la inexplicable inacción de esa tontería llamada VAR en muchas situaciones influyeron emocionalmente en los jugadores. También, si nos ponemos escudriñar y a meternos en los estructural, podemos concluir que la ausencia total de planificación de la actividad está cobrando costos asociados: el torneo nacional es mediocre, el trabajo de las divisiones menores es una suma inorgánica de apuestas, la casta dirigencial está compuesta en un importante porcentaje de “mercanchifles y, por consecuencia, no se puede aspirar a tener selecciones nacionales competitivas.
Pero, así y todo, es necesario volver siempre al punto esencial, que es la incapacidad futbolística que tiene la selección nacional. No ahora ni bajo el mando técnico de Ricardo Gareca, sino que desde hace años con otros entrenadores que terminaron siendo en realidad, más que factores de fracaso, elementos incapaces de encontrarle la vuelta a las deficiencias que estuvieron a la vista.
Por eso ahora que viene el tramo final de la ilusión (desmedida) de ir al próximo Mundial, el tema que debe ponerse en la mesa es cómo se le entrega a un equipo mediocre, un nivel mínimo de funcionamiento para competir.
Gareca debe encabezar el reseteo. Guste su estilo, sea del agrado o no su personalidad, el DT es hoy el gran responsable no solo de tomar las decisiones, sino que también de enfocar la discusión del medio en lo importamnte y trascendente.
No se saca nada con concentrar esfuerzo en buscar el castigo a árbitros que han convivido con la corruptela o atacar a organizaciones que son, en realidad, asociaciones formadas para enriquecer a sus componentes.
Mejor es ponerse a hablar de una vez por todas de la pelotita, de la cancha, de lo mal que se marca, de la poca inventiva individual, de la incapacidad de dar tres pases seguidos, de lo poco eficiente que es el equipo para crear situaciones o darse tres pases seguidos.
Si no es esa la discusión de ahora en adelante, mejor nos dedicamos a otra cosa.