Observamos un cambio de marea en la hegemonía que, hasta hace poco, las derechas reclamaban para sí. En efecto, sus temas, preocupaciones, ideas y opiniones parecían dominar sin contrapeso en la sociedad. La oposición asfixiante ejercida sobre el Gobierno y las contradicciones de este creaban un clima polarizado que impedía cualquier salida, mejora o esperanza.
Dicho clima ha ido disipándose. También el sentimiento de una catástrofe inminente. Por el contrario, dos términos que las derechas habían sepultado vuelven a circular espontáneamente: estabilización y normalización. Y, con ellos, la sensación de que el país puede recuperarse.
Más importante, círculos de la propia derecha empiezan a percatarse de que las aguas están cambiando de dirección. Y lo atribuyen a las querellas dentro del sector. Es una explicación insuficiente.
Primero, se trata de algo más que un fenómeno local. A medida que las derechas radicales y extremas incrementan su peso político-electoral, por ejemplo, en Europa, crece la percepción de que ellas representan una amenaza. Su iliberalismo, su intolerancia frente a la diversidad y el pluralismo, y su inclinación autoritaria despiertan las alarmas.
También en Chile las derechas retroceden hacia sus no distantes raíces iliberales y autoritarias: democracia protegida, anticomunismo epigonal, mano dura, seguridad nacional (modelo militar), recuperación del pinochetismo, sentimientos antipolíticos, buquelismo represivo y exaltación de los “verdaderos chilenos”.
Evidentemente, no todas las corrientes de derechas —ni cada exponente de esas ideas— comparten tal regresión ideológica. Pero el grueso de ellas se desplaza hacia allá, atraídas por el polo más extremo.
En cuanto a propuestas de desarrollo, nada novedoso o de interés surge desde las derechas hasta ahora en materias de asociaciones público-privadas en previsión, salud o educación, economía sustentable, transición energética, financiamiento de la educación superior, servicios de cuidado, respaldo a los derechos sociales y fortalecimiento del rol de la mujer.
Incluso el antiguo monopolio sobre asuntos de seguridad comienza a disolverse a medida que el Gobierno y su bloque de izquierdas los asumen como una prioridad y comienzan a incorporarlos en un concepto más consistente de seguridad humana y desarrollo sustentable.
Si las derechas parecen ir perdiendo su hegemonía y revelan debilidades sustantivas, ello se debe entonces, ante todo, a la falta de una real perspectiva de gobernabilidad. Y, en seguida, al hecho de que la opinión pública aprecia señales emergentes de estabilización y normalización.
Ahora, si el cambio de marea es solo fugaz o de mayor alcance, es algo que deberá aclararse durante los próximos meses, elecciones mediante.