No nos podíamos quedar con ese aguado empate con Perú para analizar el esperanzado estreno oficial de la selección de Gareca. Se esperaba mucho más. Contra Argentina, en cambio, no se esperaba nada, no había ningún derecho a esperar algo de un equipo en formación ante el campeón del mundo. No teníamos nada que perder… salvo el partido. Y se perdió a falta de dos minutos para el final. Lo que nos importaba era verificar progresos, dignidad.
¿Los hubo? Claro que los hubo.
Es un progreso certificar la consagración con la Roja de Rodrigo Echeverría. Volante tapón eficiente, cobertor certero que se hizo notar desde el primer minuto y que cuando se fue arriba produjo las dos situaciones de gol que tuvo Chile. Notable.
Es un progreso saber que Claudio Bravo mantiene los reflejos de cuando tenía la mitad de su edad. Es impresionante lo que puede hacer en reflejos y elasticidad. ¿Por qué es un progreso? Porque su estado nos dice que el arco está asegurado por el mejor arquero histórico y el mejor arquero actual de nuestro campeonato, Brayan Cortés. Envidiable dupla.
Es un progreso confirmar la disciplina del plantel. Con un arbitraje muy malo del uruguayo Matonte, reaccionó sin hacer el escándalo que hacían nuestras selecciones hasta los años ochenta y que nos costaban expulsiones y derrotas. Lo más notable fue lo de Gabriel Suazo, víctima de una falta delincuencial de Rodrigo de Paul que era para tarjeta roja y que el lateral chileno aguantó sin chistar. (En un partido de solteros contra casados y entre reclusos lo expulsan por mal intencionado). Más adelante, el uruguayo del pito le mostró amarilla a Suazo por una falta que solo vio él.
Es un progreso contar con un técnico serio. Tan serio como para cerrar el ciclo de la Generación Dorada al no llamar a Vidal y a Medel y, en este partido, reemplazar a Alexis Sánchez. El tocopillano, tan duro para criticar a sus compañeros, esta vez insistió en irse muy atrás, donde le pegan igual que en el área y no aporta. No hay intocables y eso es bueno. Me hace recordar a Fernando Riera en ese sentido.
Hubo dignidad en la Roja también. En especial en aceptar fallos repudiables.
Y no pedíamos nada más que eso.
¿Vacíos? Por supuesto. Empezando por una falta de gol que nos persigue desde hace tiempo. Desempeños individuales bajos e inesperados, como el de Mauricio Isla. Incluso un retardo no comprensible de la banca técnica para el ingreso de Brereton, y aprovechar los pelotazos profundos.
En fin, todo debe estar en la libreta de Ricardo Gareca.