El amargo empate sin goles frente a Perú dejó en claro, una vez más, que una cosa son los amistosos y otra los duelos por los puntos. Más aún en un clásico, como el que protagonizan la Roja y la “Bicolor”. Chile, por el impulso de los partidos con Albania (3-0), Francia (2-3) y Paraguay (3-0), llegaba con un optimismo desmedido, que se sostenía en el prestigio del entrenador Ricardo Gareca, la efectividad de los tres pleitos mencionados y esa costumbre de analizar el juego sin rivales.
La tabla de posiciones de las eliminatorias al Mundial de 2026 no mintió en el AT&T Stadium de Arlington. Chile es octavo y Perú décimo. La expresión futbolística de ambos fue pobre, en un cotejo trabado, donde el cuadro nacional mostró iniciativa, pero chocó con un rival que defendió con cinco en el fondo y tres volantes. Las 38 infracciones hablan de un enfrentamiento en el que hubo suela y Erick Pulgar estuvo cerca de la expulsión al cortar un contragolpe de Gianluca Lapadula.
Alexis Sánchez dispuso de la más clara, en un remate con la izquierda que no acomodó bien ante el correcto centro de Víctor Dávila, en una maniobra que armó Diego Valdés. El tocopillano metió un derechazo que se fue cerca del horizontal, y sufrió una falta de amonestación antes de entrar al área, en lo que pudo ser un tiro libre frontal. No regaló una gran actuación, pero no fue un desastre, como sostiene el fútbol de redes sociales, en el que se ven ráfagas y no el contexto.
Advertido, Perú cerró las franjas y enredó al cuadro de Gareca. El primer tanto a Francia vino por un descuelgue de Mauricio Isla y los dos goles iniciales a Paraguay surgieron por centros de Gabriel Suazo. Controlados los laterales, los volantes encontraron escasas opciones de abrir la pelota. El camino eran los pasillos interiores o retroceder para dar la vuelta. No es una excusa, como explicó Gareca, pero una cancha de 100x64 metros facilita la tarea del que defiende. La Conmebol exige 105x68 en todas sus competencias, pero acá hace vista gorda.
A Chile le costó en los 10 minutos del comienzo, pero después tomó el control hasta los 35. En ese tramo llegaron las situaciones de riesgo. La lesión de Luis Advíncula cortó el ritmo, creció la refriega y se lesionó Diego Valdés. Con la salida del volante del América de México, la selección perdió panorama, pausa y manejo. Valdés sabe jugar de volante. En este plantel no existe otro jugador con sus características. Lo sintió Eduardo Berizzo en la derrota en Venezuela y el viernes lo padeció Gareca.
Los análisis con el resultado en la mano cuestionan a Darío Osorio, uno de los más pedidos antes del encuentro en Texas. Por lesión no jugaba del 20 de mayo y se notó la carencia de continuidad. Junto a Sánchez se transformó en uno de los más criticados, obviándose que recién volvió a competir.
Con frialdad, hay que plantear que las opciones de clasificar quedaron dañadas. Los cuartos de final dependían de vencer a Perú, porque Argentina es hoy —y casi siempre— un rival inabordable. Si no se rescata algo ante los trasandinos, el cierre con Canadá será tenso. Quedarse fuera en la ronda preliminar no estaba en los cálculos, pero hoy es una posibilidad.
Se requiere frialdad y no mirar el teléfono, porque el objetivo es el Mundial. En septiembre son las pruebas definitivas.