Partió la selección a Estados Unidos y hace su estreno en la Copa América pasado mañana. Partió en medio de grandes esperanzas del público y en medio de la Eurocopa, donde ya debutó Inglaterra, transpirando para ganarle a Serbia. Caso notable: Inglaterra es un favorito para ganarla este año, como lo ha sido más de una vez, pero los inventores del fútbol nunca le han encontrado el mango a la pelota, ni en la Euro ni en los mundiales (el de 1966, jugando en casa, lo ganaron de manera no muy santa).
La presencia de Ricardo Gareca en nuestra banca técnica ha despertado un inédito fervor inicial en la afición y, en realidad, en todos. Siendo justos, la alta esperanza se basa no solo en un asunto de prestigio, sino también de resultados y de juego ya mostrados por sus elegidos. Chile partió a Arlington jugando bien, con aplomo, seguro de sus recursos, mecánicamente flexible.
Por cierto, eso se apoya en los conceptos del entrenador y en su claridad ante sus jugadores y ante el público. A su vez, la no convocatoria de Arturo Vidal y Gary Medel habla de su calidad de jefe técnico. Jefe. Un tipo capaz de imponerse al llanto de viudas inconsolables.
Como siempre que se inicia un proceso, también comienzan análisis comparativos de los anteriores. En ese aspecto escuché decir que Marcelo Bielsa formó la mentalidad táctica del futbolista chileno actual. Siendo un admirador del trabajo del rosarino, no estoy de acuerdo con eso. No totalmente. Él fue un colaborador para el mejoramiento profesional del jugador, pero no el formador, eso es un exceso. Hubo otros, muchos, implicados en esa profesionalización. Y en eso, por sobre todo, Bielsa fue importantísimo, como lo fue también Fernando Riera. Ambos revolucionarios, cada uno en su época.
En lo táctico, en cambio, la buena madera la tuvimos desde siempre.
Piense usted en nuestros comienzos en el escenario internacional. Éramos técnicamente inferiores, muy inferiores, a nuestros vecinos en competencia. Los rivales eran Argentina, Uruguay, Brasil… que nacieron buenos para la pelota. Y fuimos acortando las distancias gracias a jugadores aplicados. Y, por supuesto, a técnicos de avanzada.
Un ejemplo muy significativo es del entrenador húngaro Francisco Platko, que fue campeón con Colo Colo en 1939 y en 1940 dirigió a River Plate. Pero en Argentina no pasó nada con él y regresó al Cacique en 1941, en que también fue campeón, pero esta vez invicto.
Si bien en 1939 no hubo mayores elogios, en 1941 sí los hubo, pues ya existía la Revista Estadio y debutaba el comentario técnico en el periodismo chileno y se explicó al público que Platko traía la revolución de la WM, el sistema nacido en Inglaterra en 1925. Si en Argentina “no le dieron pelota”, pues eran exquisitos del “fobal”, en Chile encontró un material humano obediente a las instrucciones inteligentes y disciplinado para ejecutarlas. José Pastene, un zaguero aplicado, fue el “half policía” que exigía el sistema.
Y así ha sido siempre, hasta hoy.
Tal vez lo volvamos a mostrar en Texas.