Pinochet solía fustigar a sus adversarios (que incluían a simpatizantes de los partidos de izquierda, dirigentes sindicales, estudiantes, intelectuales) bajo el rótulo de “antipatriotas”. El dictador era acompañado por el almirante Merino, quien iba más lejos: propiciaba el término “humanoide” (“hay dos tipos de seres humanos: unos que los llamo humanos y otros, humanoides”).
Paradójicamente, la ministra Camila Vallejo parece haber decidido avanzar en esa misma línea, usando en poco tiempo dos veces el término “antipatriota”, para criticar a los dos líderes de la oposición.
O de las oposiciones…
Hace algunas semanas, le reservó el calificativo de “antipatriota” a José Antonio Kast para reprochar las críticas que hizo este al Presidente Boric en el extranjero. Es cierto que las críticas en el exterior no se ven bien. Incluso es cierto que puede ser grotesco el término “travesti político” utilizado por Kast. Pero el epíteto de “antipatriota” no solo no se justifica, sino que se contradice con lo que ha sido la actuación del propio Presidente en la gira actual, cuestionando incluso las convicciones democráticas de algunos de sus principales adversarios. (Los dichos del Presidente, sin embargo, a la vocera no le han parecido “antipatriotas”…).
Hace pocos días, la vocera ha vuelto a hablar de “poco patriota”, ahora para responder críticas de la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei (tras acusar de “ingenuidad” el acuerdo de cooperación policial con Venezuela suscrito por el subsecretario Monsalve a principios de año).
¿Dónde está al antipatriotismo de Matthei? Se trata de una opinión de la que el Gobierno puede discrepar, pero no tildar de “poco patriota”. Peor aun, cuando es clara en el caso Ojeda la total falta de disposición para cooperar de parte de las autoridades venezolanas.
“El patriotismo es el huevo de donde nacen las guerras”, decía un viejo escritor francés. Y no solo las guerras. También la odiosidad interna. Son las dictaduras las que mañosamente buscan identificar los intereses del gobernante con los del país en su conjunto. Son los regímenes totalitarios los que usan el término “antipatriota” como habitual arma para atacar a sus opositores.
El término “antipatriota” ha sido históricamente utilizado como una herramienta para silenciar voces disidentes y amenaza la esencia misma de la democracia y la libertad de expresión. Por el contrario, las sociedades deben abogar por un “patriotismo” inclusivo, que propicie la diversidad de opiniones y que reconozca incluso en la crítica una forma de “sentido patriótico”.
Así, las declaraciones de la ministra vocera dan cuenta de una profunda inconsecuencia, ya no solo respecto del actuar del Presidente, sino que de acuerdo a su propia historia.
“Me avergüenzo de Sebastián Piñera”, expresó en conversación con una radio argentina en agosto de 2022. En una declaración al diario brasileño Correio do Brasil, en esa misma época, dijo que “se pueden mencionar muchos datos para dar cuenta que el gobierno de Sebastián Piñera se encuentra absolutamente aislado, alejado de la ciudadanía y de sus demandas”. Varios años antes denunció al gobierno de Piñera en Ginebra por “impulsar iniciativas que criminalizan el movimiento estudiantil”.
Lo de la ministra Vallejo puede ser anecdótico, pero es peligroso y debe detenerse ya. Es imperativo rechazar y desterrar el uso del término “antipatriota” en el discurso político. Mal que mal, como decía Samuel Johnson, “el lenguaje es el vestido de los pensamientos”. Y ese lenguaje ha sido el vestido de grandes atrocidades.