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Editorial
Martes 11 de junio de 2024
Señales europeas
Pese a su importante avance, la derecha radical no representa un frente homogéneo.
Populistas, nacionalistas, euroescépticos, los partidos catalogados como ultraderechistas remecieron el ambiente y aumentaron su votación y su representación en el Parlamento Europeo, pero quedaron lejos de equiparar a los de centroderecha que, agrupados en el Partido Popular Europeo, PPE, encabezaron los resultados y se aprestan a dirigir las políticas del bloque. Humillantes derrotas sufrieron el Presidente francés, Emmanuel Macron, que llamó a elecciones legislativas adelantadas, y el Canciller alemán, Olaf Scholz, líderes de los países que han sido motores de la Unión Europea, que ahora quedan con su autoridad debilitada.
Si Macron reaccionó rápido ante el triunfo del partido de Marine Le Pen, Scholz aún parece no haber digerido el tercer lugar en la política alemana, con sus socios liberales y Verdes también duramente golpeados. Como estos comicios tienen fuertes repercusiones en la política interna, la CDU (que forma parte del grupo del PPE) espera recuperar el poder en las próximas elecciones generales, pero debe tener cuidado del avance de AfD, la extrema derecha, que salió segunda y que mira a septiembre para medirse en tres estados del Este, donde tiene fuerte arraigo.
Giorgia Meloni, con su partido Hermanos de Italia, puede felicitarse por confirmar su popularidad y salir fortalecida, demostrando de paso la estabilidad política del país, garantizada al menos en el corto plazo. Meloni emerge como una figura atractiva para distintos sectores: por una parte a Le Pen le interesa que se una a su grupo parlamentario, mientras Ursula van der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, necesita su apoyo para asegurar la reelección. Desde que asumió, la líder italiana ha moderado su discurso y ha sido colaborativa con Van der Leyen, lo que hace más probable un tránsito al centro que una radicalización.
Quizás porque las encuestas pronosticaban una gran derrota de los socialdemócratas, los resultados no parecieron tan demoledores. Es cierto que cayeron en cuatro escaños y que fueron derrotados en países que gobiernan, como Alemania y España, pero pueden consolarse si se comparan con los ecologistas, que perdieron 18 eurodiputados. El PSOE de Pedro Sánchez sí sufrió una gran derrota frente al Partido Popular español en una elección que quiso plantear como plebiscito, pero en Bruselas el PSOE está en el grupo de Socialistas & Demócratas, que muchas veces trabaja en conjunto con los populares; de hecho, se espera que voten unidos en la elección de Van der Leyen. Los Verdes están en peor posición: es evidente que el aumento del apoyo a la derecha radical tiene que ver con sus posturas antiinmigración, pero también con la oposición al altísimo costo para la población de medidas que buscan apurar la transición energética. De hecho, algunas han sido revertidas o postergadas por la UE, por su impopularidad y por su impacto económico.
Cuánta influencia tendrán los partidos de derecha dura en la Eurocámara es la gran incógnita, en parte porque no representan un frente homogéneo: están agrupados en dos bloques distintos, algunos son más vociferantes mientras otros se han moderado y adoptan posiciones más centristas, y tienen diferencias también en sus prioridades. Lo que quedó claro es que ya no son un fenómeno pasajero, y que su presencia en Bruselas no pasará inadvertida.