Bastaron pocas horas desde que se inaugurara la exposición “Una vida” en Vitacura, para que estallara la polémica. La obra de Arturo Duclos, en la que retrata su visión de los últimos 50 años de la historia de Chile, fue tildada de “octubrista”.
Lo que vino después ya fue simplemente tragicómico.
Un grupo de vecinos recurrió al abogado Raúl Meza, conocido defensor de violadores a los Derechos Humanos, para presentar un escrito ante Contraloría contra la muestra. Como si ahora la Contraloría debiese determinar qué exposición se puede hacer o no...
Más tarde, el diputado Araya ofició para que el Concejo Municipal se pronuncie y “ponga fin a esta aberración”, la que calificó de una verdadera “apología al octubrismo”.
Luego llegó la hora del Concejo Municipal. Y ese video vale la pena verlo…
El concejal Felipe Ross (mismo que propició en 2021 levantar una estatua al alcalde Torrealba, por su “contribución” a la comuna) señaló que el artista “se está dando el gustito de plantear una visión sesgada y parcial de lo que ocurrió en la historia reciente de Chile”. Misma acusación podría hacérsele, por ejemplo, a Miguel Ángel, acusándolo de que su Juicio Final tiene “sesgo”.
Según el concejal, el artista “debió mostrar el contexto” y —peor aún— calificó la muestra como una cultura “egocéntrica, nihilista y de extrema izquierda”. Solo le faltó usar el término marxista “leninista” que usaba Pinochet.
Luego vino el turno del concejal Del Real, para preguntar si “¿hay cabida para artistas de derecha en comunas de izquierda?”. Es decir, en las comunas de derecha, artistas de derecha, y en las comunas de izquierda, artistas de izquierda. Un raciocinio parecido a la “paz de Augsburgo” de 1555 (“tal es tu país, tal es tu religión”): “tal es tu alcalde, tal es tu arte”. Simplemente inverosímil.
Los hechos podrían circunscribirse simplemente a un grupo de vecinos intolerantes y a un diputado y dos concejales algo extraviados, pero el riesgo es más profundo: da cuenta de una forma de ver la sociedad que se expande y que —en el fondo— es altamente intolerante. Ello está en distintas expresiones en la derecha y en la izquierda. Y debe ser alertado. Porque la historia nos muestra cuán trágico ha sido esto.
Todavía resuena cómo durante el régimen nazi se organizó la exposición de “Arte Degenerado”, donde se exhibieron obras de Kandinsky, Chagall y Klee para ridiculizarlas.
La Revolución Cultural en China en su afán por “defender la cultura” destruyó templos, antigüedades y arte histórico. Fidel Castro llevó la censura del arte al ámbito de la ley, no solo en artes plásticas sino también en literatura, teatro y el cine.
Los talibanes en Afganistán destruyeron dos monumentales estatuas de Buda, que databan del siglo VI, alegando que eran ídolos prohibidos por el Islam. En el Imperio Bizantino, se promovió la destrucción de íconos religiosos. En la Inquisición española, se destruyeron obras de arte y manuscritos que se consideraban heréticos.
Los ejemplos se multiplican por todos los rincones de la historia. Y ahora se intenta hacer en Vitacura.
No se dan cuenta de que si la muestra de Duclos expone el “octubrismo”, no necesariamente lo está promoviendo. Y, por último, si lo estuviera promoviendo, sería una oportunidad para acercarse a la obra críticamente. Para que el honorable diputado, los señores concejales y el grupo de vecinos reafirmen sus convicciones “septiembristas” ante el horror artístico. Como cuando el Guernica de Picasso nos horroriza sobre la guerra.
Pero más importante aún, es concebir que dejar testimonio no busca necesariamente moralizar sobre momentos buenos o malos experimentados a lo largo de “Una vida”, como es la exposición, sino que simplemente es mostrar, alertar o —por último— provocar.
Pero nada de eso ha bastado para generar tranquilidad.
Tal vez, lo mejor sería sacar la exposición de Duclos y llevarla a una comuna de izquierda. En el espacio disponible se podría erigir, de una buena vez, la estatua del exalcalde Torrealba, para representar “el arte de derecha” que propician los concejales de Vitacura.