La rendición de cuentas de primeros mandatarios es costumbre solemne en regímenes presidenciales, parlamentarios y monarquías. En la ocasión, hay respeto por las vestimentas y tradiciones. En Chile, el artículo 24 de la Constitución dispone que el Presidente, a lo menos una vez al año, debe dar cuenta del estado de la nación ante el Congreso Pleno. El mensaje está previsto el 1 de junio, volvimos a la práctica de la Constitución de 1833.
En Gran Bretaña, el “Discurso del Rey” es preparado por los primeros ministros y leído por los monarcas como “de mi gobierno”, como si fuera propio. En diciembre pasado, Carlos III lo despachó en no más de 15 minutos. Fue el primero de un rey desde 1950. Flotaba en el aire la presencia de Isabel II.
Las más de las veces en treinta minutos, los Presidentes norteamericanos simulan improvisar. Leen por teleprompter el “Estado de la Nación”. Son enfoques optimistas del futuro, de idílica unidad, orgullosos del poder, valores y desafíos de Estados Unidos. Secundario es un rompecabezas de exageradas realizaciones, endulzantes promesas y ácidas referencias a la oposición.
Interesante fue el Estado de la Nación del Presidente Biden, en marzo. Biden se apartó de las estructuras acostumbradas. Su intervención tuvo connotación personal. Para probar su resistencia física, extendió el mensaje a una hora. Sorprendió su agilidad en el hemiciclo, su energía, sin sus características monotonías, inaudibles tonos de voz y balbuceos. Al final, logró con éxito que prevalecieran sus capacidades. Señaló que por sobre la juventud y edad, valen la sabiduría y la experiencia, que permiten ver las cosas de manera más clara. Días antes un fiscal que lo interrogó sobre el manejo de documentos secretos había informado deficiencias cognitivas del Presidente, y confusiones de personas y lugares. Del audio preparatorio de la entrevista nunca sabremos. Esta semana fue declarado reservado.
El Presidente Boric debe estar atareado con su próximo mensaje anual. Ojalá esta vez innove y cumpla con la Constitución, que obliga a dar cuenta al país del estado de la nación. Es una obligación retrospectiva, que se incumple en otros países; aprovechan la ocasión para transmitir logros y promesas. Parecería que el estado de la nación es incómodo en todas partes.
Recomendable innovación sería la brevedad. La última vez, el Presidente expuso por tres horas y treinta seis minutos, probable récord mundial en democracias, casi el triple del tiempo empleado por algunos de sus antecesores.
Les haría bien al Presidente y a los chilenos un mensaje presidencial preciso, corto, unitario y realista.