Muchos están convencidos de que el dictador venezolano Nicolás Maduro, que ha proscrito a todos los principales candidatos opositores, se proclamará reelecto en la farsa electoral del 28 de julio.
Pero las cosas no le están saliendo bien a Maduro, y los últimos acontecimientos me generan la duda sobre si podrá salirse con la suya.
Es cierto que Maduro está decidido a quedarse atornillado en el poder. Pero probablemente no contó con el grado de oposición interna que está enfrentando en Venezuela, ni con las ingeniosas reacciones de la oposición para evadir sus trampas electorales, ni con el menguante apoyo de algunos de sus aliados claves en América Latina.
En primer lugar, Maduro es muy impopular en Venezuela, y sus recientes medidas para inhabilitar a los candidatos opositores han sido tan burdas que provocan un creciente rechazo dentro y fuera de su país.
Una encuesta realizada en diciembre por la firma encuestadora venezolana Delphos encontró que solo el 25% de la gente apoya al partido gobernante de Maduro, contra un 30% un año antes.
Otra encuesta más reciente de More Consulting muestra que solo el 22% piensa votar por Maduro, mientras que un 46% planea votar por el candidato opositor más fuerte.
La vulnerabilidad de Maduro ya se había hecho evidente en las elecciones primarias de la oposición en octubre, cuando —superando los cálculos más optimistas— 2.4 millones de venezolanos se presentaron a votar. María Corina Machado, la candidata más dura contra Maduro, ganó con el 93% de los votos.
Después de que el régimen de Maduro reaccionara inhabilitando a Machado, la candidata opositora nombró a Corina Yoris, una profesora universitaria de 80 años, para postularse en su lugar. Como era de esperar, poco después, el régimen de Maduro proscribió a Yoris.
A principios de abril, sin embargo, sucedió algo extraordinario: Manuel Rosales, un gobernador que critica a Maduro, pero a quien los líderes opositores consideraban un aliado encubierto del dictador venezolano, anunció que no se postularía para presidente como candidato alternativo de la oposición.
En cambio, Rosales se unió a Machado para apoyar a un candidato único de la oposición, el poco conocido diplomático Edmundo González Urrutia, de 74 años.
Por supuesto, hay grandes posibilidades de que Maduro inhabilite a González Urrutia —o a toda la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que lo nombró— tal vez incluso antes de que ustedes puedan leer estas líneas.
Pero González Urrutia tomó la precaución de presentarse también como candidato de otro partido. Además, la MUD podría elegir a otro candidato desconocido, pero inscrito. Todo parece indicar que quien tenga el apoyo de Machado y la MUD podría ganar la mayoría de los votos.
En segundo lugar, los aliados más importantes de Maduro en América Latina, los presidentes izquierdistas democráticamente electos de Brasil y Colombia, están empezando a pedirle a Maduro que permita elecciones que sean creíbles. Obviamente, temen que una mayor radicalización de la dictadura de Venezuela dañe su propia reputación entre los votantes moderados de sus respectivos países.
Lula recientemente elogió como un hecho “extraordinario” que la oposición venezolana se uniera para apoyar a González Urrutia. Petro, quien años atrás sufrió él mismo una inhabilitación para postularse a la Presidencia, ha dicho que la decisión de prohibir a Machado fue un “golpe antidemocrático”.
En tercer lugar, puede que el Presidente Joe Biden aumente la presión económica y diplomática sobre Maduro para permitir que González Urrutia se postule. Biden ya ha reactivado las sanciones petroleras contra Maduro que había suspendido temporalmente a la espera de que el dictador venezolano permita elecciones justas.
Sin duda, Maduro no dejará el poder voluntariamente. Podría decidir suspender las elecciones y convertir a Venezuela en una tiranía sin complejos, como las de Cuba o Nicaragua. Pero Venezuela tiene una oposición mucho más organizada que la de Cuba y una economía menos diversificada que la de Nicaragua, lo que la hace más vulnerable a las sanciones petroleras de Estados Unidos.
La oposición venezolana está luchando una batalla cuesta arriba. Pero Maduro se encuentra en una situación mucho más difícil de lo que muchos pensábamos hace seis meses. Puede pasar cualquier cosa.