Ver debutar a un futbolista precoz casi siempre provoca admiración y una esperanza desenfrenada. Porque si un niño tiene la confianza del entrenador para ir a la pelea contra rivales que incluso pueden doblarle en edad, se entiende que se está en presencia de alguien distinto, fuera de los márgenes.
Son niños prodigio que se convierten casi mágicamente en focos de atención y por supuesto en objetos de deseo de los representantes.
Pero muchas veces la historia no termina como se pinta.
La mayoría de las ocasiones, esos cabros que entraron un día a jugar e incluso brillaron en su debut por alguna jugada de lujo, una finta irrespetuosa ante un rival avezado e incluso por un gol, no alcanzaron el desarrollo que se les auguraba y terminaron siendo un recuerdo difuso alojado en el baúl.
¿De qué depende que ese chico pueda germinar?
La respuesta no es unívoca. De partida, hay que fijarse muy bien por qué el DT hizo debutar a un adolescente. ¿Fue por convicción absoluta de que el chico era su mejor alternativa? ¿Fue por cumplir una regla? ¿Fue porque el club necesita vender? Dependiendo de la motivación se explica cada historia.
Fernando Díaz, el entrenador de Coquimbo, bien puede argumentar que lo suyo es pura convicción, porque antes de que hiciera debutar a Martín Mundaca (17 años), autor de los dos goles con los que los “piratas” vencieron a Cobreloa, había hecho lo mismo cuando ordenó el ingreso a la cancha de Dixon Pereira (también de 17 años) ante Colo Colo. Díaz parece ser de la idea de que la precocidad no es un factor, sino que un dato, por lo que decide en base a sus necesidades.
No quiere decir esto que Mundaca y Pereira estén ya anotados en la lista de los futuros cracks. Para eso necesitan continuidad, dedicación, profesionalismo, tomar decisiones correctas y suerte.
Todo es imperativo. Casos abundan como para sostener la tesis.
Veamos uno. Nicolás Millán debutó en Colo Colo cuando aún no cumplía los 15 años (tenía 14 años y 298 días). Entró a los 79' por otro jugador que hacía su debut profesional (Felipe Mella). Claudio Borghi, DT albo, defendió su extraña determinación amparado en un argumento similar al de Fernando Díaz: debía cubrir una necesidad (Colo Colo jugaba ante Santiago Wanderers y no estaban considerados los titulares) y Millán tenía el estándar exigible.
Lo de Millán causó expectación en ese momento. Pero la gloria le duró poquito. No tuvo más oportunidades de jugar y tomó malas decisiones: se fue a probar a Chelsea dirigido por José Mourinho, y en su afán de progresar rápidamente se fue de Colo Colo. Hoy, con 32 años, Millán sigue jugando en Iberia.
Y por supuesto que hay ejemplos en el sentido inverso, pero son excepcionales. Carlos Caszely, Elías Figueroa, Patricio Yáñez y Marcelo Salas no solamente encontraron de inmediato un lugar en sus equipos cuando debutaron, sino que muy pronto fueron seleccionados adultos. Pero por eso están en la lista de grandes. Se fueron por el camino indicado. Tuvieron calidad. Y mucha suerte también. Fueron niños prodigio, pero se mantuvieron como cracks hasta el final de sus carreras por la suma de estos factores, que, está dicho, no se explican solamente por la precocidad y los talentos individuales.