La expulsión del embajador de México en Ecuador el jueves y las recíprocas expulsiones, aunque temporales, de embajadores por Colombia y Argentina semanas atrás, son demostrativas de persistentes diferencias ideológicas entre gobiernos latinoamericanos.

La expulsión de funcionarios diplomáticos argentinos y colombianos obedeció a insultos y recriminaciones por diferentes agendas de los presidentes Milei y Petro. La del embajador mexicano fue provocada por la ofensiva intervención del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que torcidamente atribuyera la derrota de la candidata de su preferencia y la elección del Presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, a la muerte del candidato presidencial Fernando Villavicencio, asesinado por el crimen organizado.

La declaración formal de persona non grata —png, en términos coloquiales de la diplomacia— está prevista en la Convención de Viena de 1961. Se la reconoce como una atribución discrecional de los gobiernos y no requiere expresión de causa, aunque el motivo sea evidente; normalmente, la indebida intromisión del gobierno extranjero y sus agentes en los asuntos internos del país receptor.

También existen declaraciones de png implícitas, informales, mediante acciones que fuerzan a cambio de funcionarios cuando se les sanciona impidiéndoles tomar contacto con las autoridades del país receptor o se les discrimina gravemente en ese trato. En la teoría diplomática, un embajador y sus dependientes, para tener éxito en su misión, deben tener acceso y recibir pruebas de confianza de aquellos que ejercen autoridad en el país en que están acreditados. Ese fue el caso de Jorge Edwards en Cuba, descrito con brillo en su magnífica obra, Persona Non Grata. El gobierno de Fidel Castro acosaba a Edwards, entonces encargado de negocios en La Habana, hasta forzarlo a regresar a Chile sin necesidad de declararlo oficialmente png.

La historia, por siglos, registra anecdóticas expulsiones de funcionarios diplomáticos, muchas injustas, otras justificadas, algunas veces masivas, como las causadas bajo acusaciones del constante espionaje ruso. Tiempo atrás fueron 106 soviéticos los expulsados por este motivo desde Gran Bretaña a Moscú. Últimamente, Putin ha impulsado la misma práctica de agentes encubiertos en la diplomacia, que han sido expulsados en varios países europeos y Estados Unidos. En el caso colombiano, Petro llegó al extremo de inicialmente expulsar a toda la misión argentina en Bogotá. Luego intervino la diplomacia de ambos para reponer las misiones con algunos cambios.

La tragedia es que el forzado retiro de embajadores en la región impacta en la necesaria y cada vez más lejana unidad latinoamericana, ausencia que resta legítimas oportunidades de bienestar a sus pueblos, menoscabando la compleja integración regional, indispensable para la defensa de intereses compartidos. Otra razón para que Latinoamérica gravite cada vez menos en el mundo.